Porque yo soy el Señor tu Dios— El Todopoderoso, por medio de su profeta, procede a asegurar a su iglesia su afecto particular hacia ella, mediante una notable prueba de ese afecto; es decir, que los males y calamidades que amenazaban la destrucción de la nación judía, por su providencia, habían sido apartados de ellos y se volvieron contra los egipcios, etíopes y sabeos. El profeta alude a lo que se predice en el capítulo 20.

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