Entonces dijeron los judíos: He aquí, etc. Las lágrimas de nuestro Señor también tenían otro uso; hicieron que los que los veían se maravillaran más de la muerte de Lázaro y, en consecuencia, dudaran de su poder divino, que no lo impidió; de donde el milagro subsiguiente, menos esperado por ellos, se volvió más maravilloso. Entonces dijeron los judíos: ¡Miren cómo lo amaba!Ellos percibieron que el suyo no era un dolor afectado, sino el testimonio real de una consideración sincera; y no pudieron dejar de concluir que esta consideración por Lázaro era realmente grande, cuando ningún vínculo de sangre, parentesco o necesidad, sino sólo una amistad no disimulada, causó el generoso dolor: otros, sin embargo, de una mentalidad más malévola y envidiosa, interpretó esta circunstancia en perjuicio de nuestro Señor. Porque, según su mezquina forma de juzgar, imaginaban que había dejado que Lázaro cayera bajo el golpe de la muerte, sin otra razón que la falta de poder para rescatarlo; y pensando en el milagro, que se decía que había sido realizado en el ciego en la fiesta de los tabernáculos, al menos tan difícil como curar un moquillo agudo, llamaron al primero en cuestión, porque el segundo había sido descuidado: "Si," dicen ellos "

Debían verlo resucitar a la vida y la salud de nuevo, que había estado cuatro días en la tumba; sin embargo, sus corazones eran tan duros que muchos de ellos persistirían aún en su infidelidad. Jesús, que conocía los discursos que ahora tenían entre ellos en privado acerca de él, también conocía plenamente la dureza de sus corazones y, al mismo tiempo, previó las miserias en las que su incredulidad los involucraría; esa incredulidad que no cede a su poder, tan pronto como la muertesí mismo. El pensar en todas estas cosas lo afligió y lo hizo gemir profundamente en su interior mientras se dirigía al sepulcro; que, según la forma habitual de enterrar a los judíos, fue excavada en una cueva y colocada en ella una piedra; es decir, a la puerta de la cueva, como sucedió en el sepulcro de nuestro Señor. Ver Lucas 24:4 .

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