Ahora Jesús amaba a Marta, etc.— debido a su piedad sincera hacia Dios, su amistad y afecto mutuos y su fe en él como el Mesías. Ver Juan 11:27.. El evangelista menciona el amor que Jesús tenía por María, su hermana y Lázaro, antes de informarnos que, después de recibir el mensaje, permaneció dos días sin moverse del lugar donde estaba. insinuar que el retraso de nuestro Señor después de que llegó el mensaje, no se debió a una falta de preocupación por sus amigos, sino que había sucedido de acuerdo con los consejos de su propia sabiduría. Si se hubiera ido tan pronto como llegó el mensajero de Marta, no habría habido nada más en la recuperación de Lázaro que en la de la madre de Simón, o de muchas personas enfermas a quienes él había devuelto la salud.

Si lo hubiera curado sin acudir a él, no se habría mostrado mayor efecto de poder en este milagro que en la curación del sirviente del centurión; ¿Y no podrían los judíos, que vivían a cierta distancia del escenario de esta transacción, haber cuestionado la realidad de la enfermedad de Lázaro, o haber imputado su curación a una colusión entre él y Jesús, especialmente porque había una intimidad tan fuerte entre ellos? ? Si Jesús hubiera ido inmediatamente después de su muerte y lo hubiera resucitado en su cámara o mientras lo llevaban al sepulcro, se podría haber dicho que su muerte fue una simple simulación; o, si se concediera que no hubo fraude, se podría haber alegado que sólo estaba en un ataque o trance, y afortunadamente se recuperó de él justo cuando Cristo pretendía resucitarlo.

Es más, aun suponiendo que la restitución de Lázaro a la vida antes de su entierro se hubiera concedido como una resurrección real y adecuada, no habría proporcionado pruebas más sólidas que la resurrección del hijo de la viuda: pero la duración de la El tiempo que Lázaro yació en la tumba, puso su muerte más allá de toda posibilidad de duda, eliminó toda sospecha de fraude, y así le dio a Jesús una oportunidad adecuada de mostrar su amor a Lázaro, así como su propio poder todopoderoso, por su incuestionable resurrección de los muertos. Nuestro Señor también podría tener una visión más amplia al realzar así las circunstancias de este milagro. Al estar tan cerca el tiempo de su propia muerte, podría intentar convencer a sus discípulos de que, como él tenía vida en sí mismo, y podía recordar a la vida a aquellos que habían estado muertos tanto tiempo como para putrificarse y volverse ofensivos, era igualmente posible para él resucitar después de su propia muerte, de acuerdo con las insinuaciones con las que siempre acompañaba las predicciones de su muerte.

La demora de nuestro Señor, es cierto, mantuvo a las hermanas de Lázaro en la más dolorosa suspensión, y finalmente las traspasó con la aflicción de ver morir a su hermano; sin embargo, deben, al final, creerse recompensados ​​abundantemente por la evidencia que el evangelio aporta a partir de este asombroso milagro, así como por la inexpresable sorpresa de gozo que sintieron al recibir de nuevo a su hermano de entre los muertos.

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