Quedaron muy asombrados. Cuando la gente lo miró mientras venía, quedaron asombrados por esos rayos inusuales de majestad y gloria que aún permanecían en su rostro. Parece que, así como el rostro de Moisés brillaba varias horas después de haber estado con Dios en el monte, algo de la gloria de la transfiguración que quedaba en el rostro de nuestro Señor y en sus vestiduras podría asombrar a la multitud y atraer su veneración. Ver Heylin.

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