Manteniendo el misterio de la fe en conciencia pura. - El pensamiento vuelve a aflorar - la mera ortodoxia sin la vida de Cristo era un rasgo característico vacío e inútil en cualquiera; pero aquí el hombre de Dios, escribiendo a su amado hijo estas solemnes advertencias respecto a las personas idóneas y adecuadas para ser elegidas para la obra de su Maestro, tiene además en estas palabras otro fin a la vista.

Había estado insistiendo con gran seriedad en las características externas que debe poseer un diácono de la Iglesia - el nombre elevado y sin mancha - el respeto generoso que su antigua forma de vida le había ganado tanto entre los incrédulos como entre los creyentes; pero, además de estas cosas, era absolutamente necesario que alguien que ocupaba ese cargo conociera algo de la vida espiritual más profunda: debía tener el misterio de la fe.

Ahora bien, ¿qué quiere decir San Pablo con el misterio? Habla de él como "un tesoro" que debe guardarse en el cofre de una conciencia pura. Este misterio era lo que a veces estaba oculto, pero que ahora fue revelado por el advenimiento del Maestro de San Pablo, y comprendió las verdades de la redención, la expiación y los poderosos poderes purificadores de la preciosa sangre de Cristo. Estas, las verdades maestras del cristianismo, debe comprenderlas firmemente el maestro designado; y el verdadero diácono, cuyo oficio era más bien administrar que predicar a la gente, también debe tener especial cuidado en mostrar que vivió la vida que profesaba enseñar; o, en el propio símil de San Pablo, debe preservar el cofre en el que el precioso misterio fue santificado, santo e inmaculado ante los hombres -debe tener el misterio de la fe en una conciencia pura.

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