El que nos ha hecho por lo mismo. - Mejor, el que nos forjó para esto mismo. La “cosa misma” es la consumación, cualquiera que sea la etapa en la que se pueda alcanzar, en la que la vida es devorada por la mortalidad. Toda la obra de Dios en el pasado - la redención, el nuevo nacimiento, los dones y las gracias del Espíritu - buscaba esto como su resultado. Él había dado las “arras del Espíritu” (ver Nota sobre 2 Corintios 1:22 ) como garantía de la futura victoria de la vida superior sobre la inferior.

Todo don de energía espiritual que no dependiera del organismo material era una garantía de que ese organismo era un impedimento para la libre acción del Espíritu, que algún día sería superado. Nuestros ojos, por tomar un ejemplo llamativo, son límites, así como instrumentos, para los poderes de percepción del espíritu.

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