(32-35) Ella llamó su nombre Rubén. - Hay algo muy conmovedor en la historia de estos cuatro nacimientos. Cuando nace el primer hijo, Lea con alegría lo llama "Rubén", es decir, ¡ mira, un hijo! y espera con cariño que ahora que es madre su marido la quiera. Y la mención de su "aflicción" muestra que, aunque amaba tiernamente a Jacob, él era para ella más que desamor. A su segundo hijo lo llama "Simeón", es decir , escuchar, y, decepcionada de su primera esperanza, considera al niño como un regalo de Jehová para compensarla por la falta del afecto que tanto anhelaba.

A su tercer hijo lo llama “Levi”, es decir, se unió, todavía esperando que como en su tienda solo había niños para jugar con el padre, él estaría más unido a ella. Pero su esperanza sigue sin cumplirse. Y cuando nace su cuarto hijo, ella lo llama "Judá", es decir, alabanza. En todo momento, en medio de su melancolía, hay un tono de ferviente piedad, y eso no meramente hacia Dios, sino hacia el pacto de Jehová.

Y ahora, lentamente, abandona su esperanza de recibir afecto humano y encuentra consuelo solo en Jehová. Esta vez, dice ella, alabaré a Jehová. Y fue este hijo de la despreciada, cuyo nacimiento provocó de ella este himno de simple acción de gracias, quien fue preordenado para ser el antepasado de la simiente prometida.

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