Del pecado, porque no creen en mí. - Esto no debe interpretarse, como ocurre con mucha frecuencia, del pecado de la incredulidad, sino del pecado en general; la incredulidad en Cristo se declara como la causa del pecado. Al pecado le falta el objetivo de la vida, la acción desordenada de los poderes que han perdido su principio controlador. Cristo es la revelación al mundo del amor del Padre. En unión con Dios a través de Él, el alma encuentra el centro de su ser y el verdadero propósito de su vida.

Por el testimonio de Cristo, el Espíritu Santo convence a los hombres de que Él es el centro de la armonía moral del Universo y que a través de Él sus espíritus tienen acceso a Dios. Esta convicción les revela su pecado, porque no creen en él. Su efecto es saludable o condenatorio, según nos convenza y convierta por él, o rechacemos su influencia y permanezcamos condenados.

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