Versículo 1 Tesalonicenses 2:20 . Porque vosotros sois nuestra gloria y gozo...  Vosotros sois el sello de nuestro apostolado; vuestra conversión y constancia son una prueba plena de que Dios nos ha enviado. Los convertidos a Cristo son nuestros ornamentos; los creyentes perseverantes, nuestro gozo en el día del juicio.

1. En el capítulo anterior tenemos el carácter y las marcas de un pastor genuino establecidas de tal manera que no pueden ser malinterpretadas. Todo hombre que predica el Evangelio debe leer cuidadosamente este capítulo y examinarse a sí mismo. La mayoría de los predicadores, al leerlo concienzudamente, cederán su lugar a otros, o se propondrán hacer la obra del Señor con más fervor para el futuro. El que no espera otra cosa que la aprobación de Cristo, trabajará para Cristo; y el que sólo tiene en vista la gloria de su Maestro, tendrá siempre la presencia y la bendición de su Maestro. Los que se dedican a esta obra por el aplauso humano o el emolumento secular, pueden tener su recompensa; pero en ella no está incluida una sonrisa de aprobación de Cristo.

2. Dios, por las razones que mejor conoce, permite a menudo que los propósitos más piadosos y benévolos de sus siervos se frustren por un tiempo. Está bien que el buen propósito estuviera en el corazón; pero Dios conoce el momento y el lugar más adecuados para llevarlo a cabo. Satanás se opone siempre a todo lo que es puro, bueno y benévolo, y con frecuencia parece tener éxito; pero en realidad no es así: si en algún momento impide que los seguidores de Dios lleven a efecto un propósito piadoso, ése era el momento en que no podía hacerse para asegurar su pleno efecto. Dejemos que el propósito se mantenga, y el mejor momento y lugar serán debidamente provistos. Como Satanás se esfuerza constantemente por oponerse a toda obra buena, no es de extrañar que se encuentre oponiéndose a un buen propósito, incluso en el mismo momento en que Dios considera improcedente llevarlo a cabo. El hombre propone, pero Dios dispone.

3. El apóstol habla de la ira que viene sobre los judíos: Fue unos veinte años después de esto que su ciudad fue destruida, su templo quemado, más de un millón de ellos destruidos, su política civil totalmente subvertida, y lo que quedó de esta miserable nación dispersada a todos los vientos del cielo; Y en este estado, sin nación, sin templo, sin culto y, aparentemente, sin ninguna religión, siguen siendo, hasta el día de hoy, un monumento del desagrado de Dios, y una prueba de la inspiración divina tanto de los profetas como de los apóstoles, que, de la manera más explícita, habían predicho todos los males que desde entonces les han ocurrido. Sus crímenes fueron grandes; a ellos corresponde su castigo. No podemos pretender decir con qué fin Dios los ha preservado distintos de todos los pueblos de la tierra entre los que habitan, pero sin duda debe ser por un objeto de la más alta importancia. Mientras tanto, que el mundo cristiano los trate con humanidad y misericordia.

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