Verso 20. Las contaminaciones del mundo. El pecado en general, y particularmente la superstición, la idolatría y la lascivia. Estos son llamados μιασματα, miasmata, cosas que infectan, contaminan y ensucian. La palabra se usaba antiguamente, y se usa en la actualidad, para expresar aquellas partículas nocivas de efluvios que proceden de personas infectadas con enfermedades contagiosas y peligrosas; o de cuerpos muertos y corruptos, aguas estancadas y pútridas, pantanos, etc., por los que lo sano y saludable puede ser infectado y destruido.

El mundo es representado aquí como un gran pantano pútrido, o cuerpo corrupto, que envía sus miasmas destructivos por todas partes y en todas las direcciones, de modo que nadie puede escapar a su contagio, y nadie puede ser curado de la gran enfermedad epidémica del pecado, sino por el poderoso poder y habilidad de Dios. San Agustín ha mejorado esta imagen: "El mundo entero", dice, "es un gran enfermo, que se extiende de este a oeste, y de norte a sur, y para curar a este gran enfermo, el Médico todopoderoso descendió del cielo". Ahora bien, es por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, como dice San Pedro, que escapamos a la influencia destructiva de estos miasmas contagiosos. Pero si, después de haber sido curados, y haber escapado de la muerte a la que estábamos expuestos, volvemos a enredarnos, εμπλακεντες, a envolvernos, a envolvernos con ellos; entonces el último fin será peor que el principio: pues habremos pecado contra más luz, y el alma, por su conversión a Dios, habiendo tenido todas sus potencias y facultades muy mejoradas, es ahora, al ser repugnada, más capaz de iniquidad que antes, y puede llevar más expresivamente la imagen de lo terrenal.

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