20. Para si después. Nuevamente muestra cuán perniciosa fue la secta que llevó a los hombres consagrados a Dios a volver a su vieja inmundicia y las corrupciones del mundo. Y exhibe la atrocidad del mal en comparación; porque no era pecado común apartarse de la santa doctrina de Dios. Hubiera sido mejor para ellos, dice, no haber conocido el camino de la justicia; porque aunque no hay excusa para la ignorancia, el sirviente que a sabiendas y voluntariamente desprecia las órdenes de su señor, merece un doble castigo. Además de la ingratitud, porque extinguieron voluntariamente la luz de Dios, rechazaron el favor que se les había conferido y, al sacudirse el yugo, se volvieron perversamente insensatos contra Dios; sí, hasta donde pudieron, profanaron y derogaron el pacto inviolable de Dios, que había sido ratificado por la sangre de Cristo. Cuanto más fervorosos deberíamos ser, avanzar humilde y cuidadosamente en el curso de nuestro llamado. Ahora debemos considerar cada oración.

Al nombrar las contaminaciones del mundo, él muestra que rodamos de inmundicia y estamos totalmente contaminados, hasta que renunciemos al mundo. Por el conocimiento de Cristo, sin duda comprende el evangelio. Él testifica que el diseño es para liberarnos de las impurezas del mundo y alejarnos de ellos. Por la misma razón, luego lo llama el camino de la justicia. Entonces solo él hace un progreso correcto en el evangelio que aprende fielmente a Cristo; y él realmente conoce a Cristo, a quien le ha enseñado a posponer al viejo y a ponerse el nuevo hombre, como nos recuerda Pablo en Efesios 4:22 (174)

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