Verso 35. Sino en toda nación el que le teme... En toda nación, el que, según su luz y sus privilegios, teme a Dios, le adora sólo a él, (pues éste es el verdadero significado de la palabra) y obra la justicia, se abstiene de todo mal, da a todos lo que les corresponde, no daña ni el cuerpo, ni el alma, ni la reputación de su prójimo, es aceptado por él. No es, pues, la nación, la parentela, la profesión, el modo o la forma de culto, lo que el Dios justo considera, sino el carácter, el estado del corazón y la conducta moral. Porque ¿qué son las declaraciones, etc., a los ojos de ese Dios que juzga los espíritus, y por quien se pesan las acciones? Él se fija en la gracia que ha dado, en las ventajas que ha proporcionado y en la mejora de todas ellas. Obsérvese, además, que ningún hombre puede ser aceptado por este Dios justo que no esté a la altura de las ventajas del estado en que la providencia lo ha colocado. ¿Por qué Cornelio fue aceptado por Dios mientras que miles de sus compatriotas pasaron de largo? Porque no recibió la gracia de Dios en vano veló, ayunó, oró y dio limosna, cosa que ellos no hicieron. Si no lo hubiera hecho, ¿habría sido aceptado? Ciertamente no; porque entonces parecería que había recibido la gracia de Dios en vano, y que no había sido obrero junto con él. Muchos hombres irreligiosos, para librarse de los deberes y obligaciones del cristianismo, citan este versículo a su favor, mientras rechazan todo el Evangelio por añadidura; y afirman rotundamente, como piensan con la autoridad de este texto, que no necesitan creer en Jesucristo, ni atender a su Evangelio, ni usar sus ordenanzas; pues, si temen a Dios y obran la justicia, serán infaliblemente aceptados con él. Que los tales sepan que si hubieran nacido y aún estuvieran viviendo en una tierra donde la luz del Evangelio nunca hubiera brillado, y estuvieran allí siguiendo concienzudamente el rayo de luz celestial que Dios había concedido, podrían, con alguna muestra de razón, hablar de esta manera; pero, como han nacido y viven bajo el Evangelio de Jesucristo, Dios, el justo Juez, exigirá que le teman y que obren la justicia, DE ACUERDO con la LUZ que proporciona ese mismo EVANGELIO. La sinceridad, la vigilancia, la oración, los ayunos y las limosnas de Cornelio no serán suficientes para quienes, como puede decirse con justicia, viven en el esplendor del cristianismo. En tal estado, Dios exige que el hombre le ame con todo su corazón, alma, mente y fuerzas; y a su prójimo como a sí mismo. Ante una exigencia como ésta, ¿cómo aparecerá la pobre virtud pagana de quien ha nacido en el seno del cristianismo? Y si Dios exige todo esto, ¿no necesitará el hombre toda la gracia que ha sido sacada a la luz por la revelación de Jesucristo para poder hacerlo?

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