Versículo Hechos 18:28Convenció poderosamente a los judíos...
ευτονως διακατηλεγχετο; confutó vehementemente a los judíos; y eso públicamente, no en conferencias privadas, sino en su predicación pública:  mostrando con las escrituras del Antiguo Testamento, que los judíos recibían como divinamente inspiradas, que Jesús, que había aparecido últimamente entre ellos, y al que habían crucificado, era el Cristo, el Mesías prometido, y que no había salvación en ningún otro; y que debían recibirlo como Mesías, para escapar de la ira venidera. Se negaron a hacerlo, y conocemos las consecuencias. Su ciudad fue saqueada, su templo quemado, todo su sistema de gobierno civil y religioso subvertido, más de un millón de ellos asesinados, y el resto dispersos por la faz de la tierra.

1. La religión cristiana no se escondió al principio en rincones y lugares oscuros para fortalecerse en privado antes de atreverse a mostrarse públicamente. El error, consciente de su debilidad y de que sus pretensiones no pueden soportar el examen, se ve obligado a observar un procedimiento tan cauteloso. Con qué cautela, circunspección y privacidad propuso Mahoma su nueva religión. Formó un partido poco a poco, de la manera más privada, antes de aventurarse a exhibir sus pretensiones abiertamente. No así el cristianismo: se mostró de la manera más pública, no sólo en la enseñanza de Cristo, sino también en la de los apóstoles. Incluso después de la crucifixión de nuestro Señor, los apóstoles y los creyentes iban al templo, el lugar más público; y de la manera más pública enseñaban y hacían milagros. JERUSALÉN, la sede de los doctores, el juez de la religión, fue el primer lugar en el que, por mandato de su Señor, los discípulos predicaron a Cristo crucificado. Por lo tanto, no temían que su causa fuera juzgada por la prueba más rígida de la Escritura; y en el mismo lugar, además, donde esa Escritura se entendía mejor.

2. Cuando los mismos apóstoles llevaron este Evangelio a los países paganos, ¿fueron a las aldeas, entre los griegos menos informados o comparativamente ignorantes, con el fin de formar un partido y protegerse poniendo a la multitud de su lado? No. Fueron a Cesárea, a Antioquía, a Tesalónica, a ATENAS, a CORINTO, a ÉFESO; a los mismos lugares en los que la ciencia florecía más, en los que las ciencias se cultivaban mejor, en los que la impostura era más probable de ser detectada, y en los que el poder secular existía de la manera más despótica, y podría haberlos aplastado de inmediato si se hubiera demostrado que eran impostores, o si no hubieran estado bajo la protección inmediata del Cielo. Por lo tanto, es evidente que estos santos hombres no temían ninguna investigación racional de sus doctrinas, pues las enseñaban frente a las escuelas más célebres del universo.

3. Predicaron a Cristo crucificado en JERUSALÉN, donde era el interés más solemne de los judíos refutar su doctrina, para poder exculparse del asesinato de Jesucristo. Predicaron el mismo Cristo, y la vanidad de la idolatría, en Atenas, en Corinto, y en Éfeso, donde la idolatría existía en la plenitud de su poder; y donde todos sus intereses le exigían hacer el foso desesperado y formidable contra aquellos innovadores. ¿Qué otra cosa sino la más plena confianza en la verdad de lo que predicaban, la más plena convicción de la divinidad de su doctrina, y la influencia sobrenatural de Dios sobre sus almas, podría haber inducido a estos hombres a predicar a Cristo crucificado, ya sea en Jerusalén o en Atenas? No dudo en afirmar que la manera audaz y pública en que los apóstoles predicaron el Evangelio, entre los judíos y los griegos, es una prueba incontestable de la convicción que tenían de su verdad; y el éxito con que fueron favorecidos es una demostración de que lo que predicaron como verdad, Dios lo demostró, extendiendo su mano para sanar, y haciendo que se produjeran señales y maravillas en el nombre del santo niño Jesús. Esta es una prueba adicional de la sinceridad de los apóstoles, y de la verdad del cristianismo. Si Pablo y Pedro, Bernabé y Silas, no hubieran tenido la más plena persuasión de que su doctrina era de Dios, nunca se habrían aventurado a proponerla ante el Sanedrín de JERUSALÉN, los literatos de CORINTO, y los estoicos e inexorables jueces del Areópago de ATENAS.

4. Podemos sorprendernos al encontrar que, incluso entre los judíos, así como entre los gentiles, había personas que utilizaban artes curiosas. Aquellos eran inexcusables; éstos eran dignos de compasión. Aunque todo hombre es ciego por naturaleza, es consciente de que sin la ayuda sobrenatural no puede asegurar el bien que necesita, ni evitar el mal que teme: por lo tanto, se esfuerza por asociar a sí mismo la influencia de los agentes sobrenaturales, con el fin de preservarlo en seguridad, y hacerlo feliz. Así, abandonando y olvidando la fuente de agua viva, se construye cisternas que no pueden contener agua. La existencia de las artes mágicas y de los conjuros, reales o fingidos, prueban la creencia general de la existencia de un mundo espiritual, y la conciencia del hombre de su propia debilidad y de su necesidad de ayuda sobrenatural. Cuándo se dirigirá la mirada únicamente a AQUEL que es el único que puede aportar la verdadera ayuda, por quien se destierra el mal y se restablece la felicidad.

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