Verso 33. Cierto hombre llamado Eneas... Este nombre ha sido recordado en los textos de la poesía pagana, en esa hermosa obra del poeta Virgilio, llamada la Eneida, que relata las desventuras, viajes, guerras, etc., de un príncipe troyano de este nombre, después de la destrucción de su ciudad natal, Troya. Sobre la diferencia de nombres que tan frecuentemente se da en algunos pasados de las Escrituras, Calmet hace las siguientes juiciosas observaciones: Como en Palestina se hablaba comúnmente el griego y el hebreo, o el siríaco, la mayoría de las personas tenían dos nombres, uno griego y otro hebreo. Así, Pedro se llamaba Cefas en hebreo y Petros en griego. Pablo se llamaba Saulo en hebreo y Paulos en griego. La persona de Hechos 9:36, Tabita en hebreo, y Dorcas en griego. Y el paralítico curado por Pedro, Hananiah en hebreo, y Aineas en griego. Así que Tomás era el nombre hebreo del apóstol que en griego se llamaba Dídimo.

Había guardado su cama durante ocho años... Esto fue ocasionado por una parálisis y ahora inveterada y sin esperanza, por su larga duración.

 

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