Verso 49. No tengo un demonio... La primera parte de la acusación era demasiado fútil: si se tomaba literalmente, era absurda e imposible; ellos mismos no la creían, y por eso nuestro Señor no se detiene un momento a refutarla; pero responde a la segunda con la mayor mansedumbre y contundencia: Yo honro a Dios. Esto es lo que no puede hacer ningún demonio, ni ningún hombre que esté bajo tal influencia.

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