Y (1) yo, hermanos, no podría hablaros como a espirituales, sino como a (a) carnales, [aun] como a niños en Cristo.

(1) Habiendo declarado el mérito de la sabiduría celestial y del Evangelio, y habiendo condenado en general la ceguera de la mente del hombre, ahora por fin lo aplica particularmente a los corintios, llamándolos carnales, es decir, aquellos en quienes la carne todavía prevalece contra el Espíritu. Y da un doble testimonio de ello: primero, porque demostró que eran tales, en tanto que trató con ellos como lo haría con los hombres ignorantes, y con los que son casi niños en la doctrina de la piedad, y segundo, porque demostraron en verdad por estas disensiones, que surgieron a causa de la ignorancia del poder del Espíritu y de la sabiduría celestial, que se habían beneficiado muy poco o nada.

(a) Los llama carnales a los que todavía son ignorantes y, por tanto, para expresarlo mejor, los llama "bebés".

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