¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? (8) No os engañéis: ni fornicarios, ni idólatras, ni adúlteros, ni afeminados, ni abusadores de sí mismos con los hombres,

(8) Ahora se prepara para pasar al cuarto tratado de esta epístola, que se refiere a otros asuntos, sobre este asunto primero, cómo los hombres pueden usar a una mujer o no. Y esta pregunta tiene tres partes: fornicación, matrimonio y vida de soltero. En cuanto a la fornicación, la condena rotundamente. Y el matrimonio manda a algunos, como un remedio bueno y necesario para ellos: a otros les deja libre.

Y a otros los disuade, no por ilícitos, sino por inconvenientes, y eso no sin excepción. En cuanto a la soltería de vida (bajo la cual también comprendo la virginidad), no la impone a ningún hombre; sin embargo, persuade a los hombres para que la acepte, pero no por sí misma, sino por otro aspecto, ni a todos los hombres, ni sin excepción. Y estando a punto de hablar en contra de la fornicación, comienza con una reprensión general de aquellos vicios con los que más abundaba aquella ciudad rica y desenfrenada: advirtiéndoles y enseñándoles con sinceridad que el arrepentimiento es inseparable del perdón de los pecados y la santificación con la justificación.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad