REFLEXIONES

Me quedo sin comentar todas las cosas interesantes que contiene este capítulo; de lo contrario, podría encargarme de admirar y adorar lo que he leído acerca de la gracia y la misericordia que trascienden la iniquidad y los inmerecidos. Pero paso por alto; para el presente; la consideración de todos estos, por importantes que sean en sí mismos, para contemplar a Jesús: bellamente reflejada en la oración del profeta, siendo respondida en el momento del sacrificio de la mañana.

Cuán dulcemente estaba preparada la mente del profeta para la expectativa de esta misericordia cuando el Espíritu Santo; cuyo oficio es glorificar a Jesús, derramado de sus benditas influencias por medio de este juglar. Pero cuán glorioso es el objeto de contemplar en épocas tan lejanas a la hora del sacrificio del Redentor, su bendita eficacia para hacer descender todas las bendiciones necesarias.

Pausa, alma mía; Te exhorto a que te detengas y digas lo que en la tierra puede impresionar tu mente más como muestra de la importancia infinita de la redención por el sacrificio de Jesús, que Jehová, en tantos casos; hizo incluso la hora en que en las edades posteriores ese sacrificio sería ofrecido memorable, en el derramamiento de sus misericordias. ¿Nombró el Señor Dios el cordero de la mañana y el cordero de la tarde, memoria diaria permanente de su cordero inmolado? ¿Y todos sus siervos fieles miraron a Jesús en su oblación matutina y vespertina? Y tú, alma mía, ahora tu Jesús, tu Dios y Salvador, con esa única ofrenda no has hecho perfectos para siempre a los santificados; ¿No le mirarás en todas tus pobres presentaciones del sacrificio de oración y alabanza?

¡Precioso Jesús! concédeme verte continuamente. Tú eres el único sacrificio por el pecado. Tú eres el único cordero de Dios para holocausto. El altar de oro de tu naturaleza divina, en el que solo se puede ofrecer el sacrificio; y el Sumo Sacerdote eterno por quien todo puede ser presentado. Tú eres la suma y sustancia de todo. ¡Oh! ¡Padre Santo! teniendo la osadía de entrar en el Lugar Santísimo por su sangre; he aquí yo vengo en su nombre, haciendo mención de su justicia, su justicia solamente.

Cubierto bajo su manto completo, todo justificativo, y lavado de todas las impurezas en su sangre: déjame entrar en los retiros sagrados del Señor Dios. ¡Sí! ¡Padre misericordioso e indulgente! el remedio es de tu propia provisión; eres tú, bendito sea tu glorioso nombre, tú que reconciliaste todas las cosas contigo mismo por Jesucristo. ¡Mira, santo Padre, el rostro de tu ungido! y di: ¿Puedes negarme alguna misericordia mientras la pido en el nombre de tu amado Hijo? Y bendito, bendito para siempre, sea Dios el Espíritu Santo, por haber dejado constancia de esa dulce escritura para confirmar esas seguridades bien fundamentadas en el nombre y la obra de Jesús; El que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros; ¿Cómo no nos dará con él todas las cosas?

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