Sus piernas como columnas de mármol, asentadas sobre basas de oro fino; su rostro es como el Líbano, excelente como los cedros.

La Iglesia sigue persiguiendo al tema agradable, y desde las piernas hasta el semblante apunta a su amado. Quizás la fuerza de Cristo por el primero, y su apacibilidad por el segundo, se pretende en estas expresiones.

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