Sus manos son como anillos de oro engastados con berilo; su vientre es como marfil brillante cubierto de zafiros.

La Iglesia vuelve a unir en una misma mirada dos representaciones más de Jesús. Las manos, que exponen su generosidad, y el vientre, que es la parte más tierna del cuerpo, representa su maravillosa condescendencia hacia su pueblo. Y en ambos la Iglesia pretende mostrar cuán misericordioso es el Señor.

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