REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿No podemos, después de la lectura de este Capítulo, y de hecho de todo el sermón del Predicador, tal como está contenido en este libro del Eclesiastés, tomar tanto la dirección del sabio hacia los jóvenes como la dirección del salmista hacia los ancianos, y en su forma o en sus palabras, clamen y digan: Jóvenes y doncellas, ancianos y niños, alaben el nombre del Señor; porque sólo su nombre es excelente, y su gloria sobre la tierra y el cielo. ¡Ésta, de hecho, es la conclusión de todo el asunto, y esto es todo el hombre!

Ver; alma mía, de la lectura atenta de todo el discurso de Salomón, y como resumen y cierre de toda la experiencia de Salomón, el vacío y la vanidad de todo lo demás. He visto (con él) todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo es vanidad y aflicción de espíritu. ¿Y no aprenderás, alma mía, de una prueba tan notable, cuán absolutamente insuficientes deben ser todas las cosas terrenales para dar consuelo? ¿Se quejará Salomón a la cabeza de un reino, que el vacío, la vanidad y la desilusión acompañaron a todo; y ¿esperarás un resultado diferente de los logros terrenales? ¡Decir! ¿Puedes adquirir posesiones como las de él o, incluso si las adquirieras, podrías estar seguro de conservarlas? o si lo guarda, ¿marcaría un cierre diferente al suyo del de Salomón?

Vuélvete, alma mía, vuélvete de todas estas cosas a Jesús. Su gracia, su amor, su buena voluntad, su favor, que es mejor que la vida misma, dará el goce final a cualquier otra bendición, o compensará la falta de ella, si te la niega. Es Jesús quien debe poner dulzura y gusto en todas las comodidades que se encuentran, en las criaturas de cualquier tipo. Y si Jesús no está en él, no puede haber ninguna dulzura en él.

Ven, pues, querido Señor, ven y bendice al joven en su juventud y al anciano en sus años grises. Y entonces, cuando el saltamontes sea una carga, e incluso el deseo de todos los placeres de la naturaleza fallará; serás la fuerza del corazón y la porción que ha de saciarse para siempre. ¡Oh! conceda, Señor, tanto al que escribe como al que lee, antes de que se desate el cordón de plata o se rompa el arco de oro; el polvo regresa a la tierra como estaba, y el espíritu regresa al Dios que lo dio; Jesús puede ser el todo en todo para nuestras almas, la conclusión de todo el asunto y la suma y sustancia de todo nuestro gozo.

Que tengamos el pleno interés de Jesús, y todo lo que es suyo, por la fe en esta vida y en la vida venidera, entonces estaremos satisfechos con el goce eterno de Él por la vista, cuando despertemos a su semejanza. Amén.

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