REFLEXIONES

¡LECTOR! no nos alejemos apresuradamente de este capítulo. Hay muchas mejoras importantes que se pueden obtener de él bajo la gracia. Lo que Salomón vio como un mal doloroso en sus días, tú y yo podemos verlo en nuestros días. Los casos no son pocos, y en casi todos los rangos de hombres, donde las posesiones no traen consuelo ni santificación, sino que son guardadas por sus dueños para su daño. En verdad, la mente carnal nunca debe estar satisfecha con sus logros.

Nada puede estar a la altura de la expectativa: porque donde la bendición divina no está sobre la plenitud de un hombre, no importa cuáles sean las circunstancias circundantes, porque no puede haber gozo de ninguna. Es un hecho melancólico, pero la experiencia de todas las edades no deja lugar para discutirlo. Todo lo que dice la Escritura es verdad: el hombre anda en una sombra vana, y en vano se inquieta; amontona riquezas y no sabe quién las recogerá.

¡Lector! ¿No buscaremos, con la convicción de esta verdad indudable, la gracia y las enseñanzas del Espíritu Santo, para que aprendamos a convertir tales males en bien? y puesto que la vida, en todas las actividades terrenales, es vana; busca en Jesús lo que no pueda defraudar. ¡Oh! por la gracia, para caminar por un mundo de pecado, y dolor, y vanidad y aflicción, con tan sabia indiferencia, como aquellos que buscan un país mejor.

¿Está el Hijo de Dios realmente llamando a su pueblo al disfrute presente y eterno de sí mismo? ¿Dice él: Venid a mí todos los que estáis cansados ​​y cargados, y yo os haré descansar? ¿Se propone amablemente a sí mismo para nuestra porción, nuestra felicidad y alegría? Y seremos tan humildes y terrenales en nuestros afectos como para preferir esas sombras; estar enamorado de nuestras cadenas; perseguir fantasmas; y rechaza las realidades eternas! ¡Bendito, misericordioso y condescendiente Señor! no sólo nos invitas, sino que nos seduces con tu gracia.

Y puesto que nos has engendrado para una esperanza tan viva por tu gloriosa resurrección de entre los muertos, para una herencia incorruptible, sin mancha y que no se marchita; Guíanos con las influencias moderadoras de tu Santo Espíritu, para que pongamos nuestro interés en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

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