Todo el trabajo del hombre es para su boca y, sin embargo, no se sacia el apetito. (8) Porque ¿qué tiene el sabio más que el necio? ¿Qué tiene el pobre que sepa caminar delante de los vivos? (9) Mejor es la vista de los ojos que el vagar del deseo: esto también es vanidad y aflicción de espíritu. (10) Lo que ha sido ya ha sido nombrado, y se sabe que es hombre; no podrá contender con el más poderoso que él.

(11) Viendo que hay muchas cosas que aumentan la vanidad, ¿qué es el hombre mejor? (12) Porque, ¿quién sabe lo que es bueno para el hombre en esta vida, todos los días de su vana vida que pasa como una sombra? porque ¿quién puede decirle a un hombre lo que sucederá después de él debajo del sol?

Qué solemne consideración es que tales y tan clamorosas son las demandas del cuerpo, que todo el trabajo de los hombres está encaminado a satisfacerlas. Aunque el mundo entero parece estar dirigido a diferentes propósitos, sin embargo, en realidad el objeto propuesto es uno y el mismo; todo se traga en éste, ¡cómo agradar la carne! Y sus demandas son tan insaciables e imperiosas, que el apetito nunca se llena.

La pregunta de Salomón, por lo tanto, al final, es verdaderamente sorprendente; ¿Quién sabe lo que es bueno para el hombre en una vida tan vanidosa y fugaz como una sombra? ¡Lector! ¡deténgase sobre el pensamiento! ¿Es la vida tan verdaderamente vana? ¿No es mejor que una sombra? ¿Y no hay nada que descubrir de cierto bien para contrarrestar los males de nuestro estado caído? ¡Precioso Jesús! eres solo tú, que por tu gran redención, has abierto una fuente de bien real, sólido y sustancial: y enseñaste a tu pueblo esa lección feliz, cómo mejorar las vanidades de la vida presente en la búsqueda de una mejor.

¡Señor! imprime todas tus verdades salvadoras, tanto en el corazón del escritor como en el del jefe, para que podamos encontrar en ti ese bien supremo, que no es susceptible de defraudar ni de desaparecer. ¡Sé tú mismo nuestra felicidad y nuestra porción para siempre!

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