Y fuimos antes para embarcar, y navegamos a Assos, con la intención de recibir a Pablo; porque así lo había ordenado, pensando en ir a pie. (14) Y cuando se reunió con nosotros en Assos, lo acogimos y fuimos a Mitilene. (15) Y zarpamos de allí, y al día siguiente pasamos frente a Quíos; y al día siguiente llegamos a Samos y nos detuvimos en Trogyllium; y al día siguiente llegamos a Mileto. (16) Porque Pablo se había decidido a navegar por Éfeso, porque no quería pasar el tiempo en Asia; porque se apresuraba, si le era posible, a estar en Jerusalén el día de Pentecostés.

Es delicioso contemplar el celo del Apóstol y sus compañeros, al ir de un lugar a otro para predicar el Evangelio del Dios siempre bendito. No había estado en Jerusalén durante varios años antes (quizás cuatro). Su objetivo, al llegar allí antes de la fiesta de Pentecostés, no era, al parecer, celebrar la fiesta a la manera de los judíos; por estas cosas había terminado; pero su deseo era aprovechar el gran concurso de personas, que venían de todas partes en esas fiestas, para comerciar juntos: para poder predicarles a Jesús.

Y, como esa fiesta había sido bendecida por la primera manifestación abierta de Dios el Espíritu Santo; sin duda, Pablo lo recordaba, y tenía su corazón dirigido al Señor con la esperanza de una misericordia distintiva, en ese momento. ¡Lector! Es una bendición mirar la mano del Señor en todos nuestros movimientos. Y seguro que lo estoy, nunca es más probable que nuestras almas disfruten de las misericordias del Señor, que cuando el Señor está preparando nuestras almas para buscarlas.

Ciertamente llega la hora; (y bueno para su pueblo que lo haga), cuando nuestros corazones olvidadizos y desatentos no lo buscan, Isaías 65:1 . Pero, esas misericordias son doblemente dulces, las cuales, por el impulso del Señor a que nuestro corazón busque, primero se ora, luego se ve por ellas y luego se recibe de la mano del Señor, y se endulza y santifica con la bendición del Señor. ¡Oh! ¡Cuán diez veces benditas son todas las misericordias, donde Jesús se ve en todos y Él mismo se disfruta en todos! ¡Lector! ¿Estás familiarizado con esos goces del alma?

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