REFLEXIONES

¡Mi alma! ¡Mire al Profeta en su tierna preocupación por Israel! Mire al Señor Dios de los Profetas en su incomparable compasión por nuestra naturaleza, y luego pregúntese, ¿cuál debe ser el estado endurecido del corazón humano, en la contemplación de los pecados y dolores de la vida, impasible e indiferente? ¡Oh! quien contempla el vasto dominio del imperio de Satanás, pero debe gritar, ¡oh! que mi cabeza era agua, y mis ojos fuente de lágrimas. ¡Precioso Señor Jesús! Aunque mi morada esté en medio del engaño, y me vea obligado a habitar en medio de Cedar, sin embargo, Señor, derrite mi alma, y ​​pruébame, y en tu fidelidad, haz que sea hallado fiel.

¿Dónde hallaré alivio en tales opiniones de la depravación general, sí, la universal, de la naturaleza humana, sino en ti, que eres el Señor mi justicia? Tú eres en verdad la sabiduría, el poder, la gracia y la bondad de Dios, y has sido hecho así para todo tu pueblo. ¡De ahora en adelante, Señor! concédeme que nunca me gloríe más que en ti. ¡Serás para mí sabiduría, porque en ti están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento! Tú eres mi fuerza, porque tú eres mi luz, y la fuerza de mi vida, y mi porción para siempre.

Y tú eres riqueza, sí, riquezas duraderas y justicia. Y todo esto eres hecho por Dios para tu pueblo: sabiduría, justicia, santificación y redención. Nunca entonces, bendito Jesús, me gloríe en lo sucesivo, sino en ti, el Señor mi Dios.

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