(19) ¿Has dado fuerza al caballo? ¿Has cubierto su cuello de trueno? (20) ¿Le darás miedo como a un saltamontes? terrible es la gloria de sus narices. (21) Camina en el valle, y se alegra de su fuerza; sale al encuentro de los armados. (22) Se burla del miedo y no se espanta; ni se aparta de la espada. (23) Contra él resuena la aljaba, la lanza reluciente y el escudo.

(24) Traga la tierra con furor y furor; no cree que sea sonido de trompeta. (25) Dice entre las trompetas: Ja, ja; y huele de lejos la batalla, el trueno de los capitanes y los gritos.

¡Qué descripción se da aquí del caballo, y bajo qué caracteres lo presenta su Hacedor! Al enviar a Job para que le diera lecciones a esta noble bestia, seguramente el SEÑOR tuvo la gentileza de mostrar cuán torpe e insensato debe ser el hombre, cuyo entendimiento no lo lleva a las búsquedas que pueden ser para la gloria de su Creador. ¿Acaso el caballo irreflexivo se lanza descuidadamente a la batalla, y el hombre no será mejor que la bestia que perece? Y, sin embargo, cuando la voz de la trompeta, y los mensajeros de Dios de su evangelio, dan la alarma para la guerra santa, en la cual el pecador manifiesta mayor sabiduría que el caballo, al no volver la espalda ante la espada.

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