(14) В¶ Al afligido se le debe mostrar compasión de parte de su amigo; pero abandona el temor del Todopoderoso. (15) Mis hermanos han actuado con engaño como arroyo, y como corriente de arroyos pasan; (16) Que son negruzcos a causa del hielo, y donde se esconde la nieve: (17) Cuando se calientan, se desvanecen; cuando hace calor, se consumen fuera de su lugar. (18) Se desviaron las veredas de su camino; se van a la nada y perecen.

(19) Las tropas de Tema miraban, las compañías de Sabá los esperaban. (20) Estaban confundidos porque habían esperado; llegaron allá y se avergonzaron. (21) Porque ahora no sois nada; veis mi derribo, y tenéis miedo. (22) В¶ ¿Dije: Traedme? ¿O dame una recompensa de tus bienes? (23) ¿O líbrame de la mano del enemigo? ¿O redímeme de la mano de los poderosos? (24) Enséñame, y callaré mi lengua, y hazme entender en qué me he equivocado.

(25) ¡Cuán contundentes son las palabras justas! pero ¿qué reprende tu argumentación? (26) ¿Os imagináis reprender las palabras y los discursos de un desesperado, que son como el viento? (27) Sí, abrumas a los huérfanos y cavas un hoyo para tu amigo. (28) Ahora, pues, alégrate, mírame; porque os es evidente si miento. (29) Vuélvete, te ruego, que no sea iniquidad; sí, vuelve otra vez, mi justicia está en ella. (30) ¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿No puede mi paladar discernir cosas perversas?

En todos estos versículos tenemos las cálidas protestas del hombre de Uz sobre la crueldad y el engaño de quienes profesaban su amistad. Vinieron, según se entendió, a consolarlo. Mientras que todo lo que Elifaz había adelantado hasta ese momento, en su nombre y en el de los que lo acompañaban, estaba directamente lleno de reproches. Por lo tanto, los compara con el arroyo, que desde su plenitud, durante la caída de la lluvia, prometía suministro, pero en el verano abrasador cuando realmente se necesitaba, no ofrece nada.

La última parte del discurso de Job es extraordinariamente sorprendente. Se disculpa por cualquier expresión inadvertida, que se le había caído, por el estado desesperado de sus aflicciones; pero ruega que observen que en todo esto, él no había condenado a DIOS, aunque él mismo se había lamentado. Su justicia, por la que sin duda quiere dar a entender, sus pensamientos rectos de DIOS, eran los mismos. Y así, aunque Satanás lo había acusado de hipocresía, y sus amigos competían por lo mismo, no había hipocresía en él.

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