REFLEXIONES

Haz una pausa, alma mía, en este precioso capítulo, y mira de nuevo a tu Gran Sumo Sacerdote, en el tipo de él que se presenta aquí en el día de la expiación. He aquí la semejanza de Aarón, quien, con respecto a su naturaleza humana, fue tomado de entre los hombres, llamado solemnemente al sacerdocio y confirmado en el oficio mediante un juramento. Y no olvides, alma mía, que fue el rico amor del PADRE, el que designó y proporcionó a tu JESÚS, con todos los dones y la gracia necesarios para la obra, para que su sacrificio fuera de infinito valor, y su persona completamente competente para el ardua empresa de llevar los pecados de su pueblo; una empresa cuyo peso habría aplastado a toda la raza de hombres y ángeles.

¡He aquí a JESÚS, plenamente calificado, entrando en el glorioso servicio! Míralo como el gran Sumo Sacerdote de tu profesión, en el día solemne de la expiación, entrando ante el propiciatorio. Y fija tus ojos, con fe firme, en este DIOS-HOMBRE CRISTO JESÚS, mientras lo cuida dentro del velo, porque no entra con la sangre de otros, sino con su propia sangre; y porque no entra dentro del velo de un santuario terrenal, sino en el cielo mismo, para presentarse allí ante la presencia de Dios por nosotros.

Dios te salve, precioso Salvador. toda la gloria a tu nombre, ahora te has ido antes, y has tomado posesión de los reinos de arriba en nuestro nombre. Recuerda, SEÑOR, tu dulce promesa, y que sea mi porción, sentir la influencia constreñida de ella en mi corazón. Porque dijiste antes de tu partida; y yo, si fuere levantado, atraeré a todos hacia mí. ¡Señor, lleva mi alma hacia arriba, hacia el cielo, hacia Cristo, y correré tras de ti, porque tú eres el Señor mi Dios!

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