¡Lector! mire esas acusaciones espiritualmente, y luego pregunte, ¿en qué consiste ahora el robo de Dios? ¿No es negando o no creyendo sus relaciones de pacto, su palabra, su juramento y sus promesas? ¿No es menospreciar al amado Hijo de Dios y poner ídolos de justicia propia en nuestro corazón? ¿No se trata de pensar a la ligera la obra del Espíritu Santo en el alma, como único medio de conversión y de llevar el corazón a Dios? Reflexiona sobre estas cosas.

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