¡Lector! Les suplico que se detengan en cada verso y en cada parte y porción de este bendito Capítulo. ¿Fue alguna vez la gracia como la tuya, querido Redentor? Y cuando los métodos más suaves de tu misericordia recuperadora pierdan su efecto, ¡aún no abandonarás a tu pueblo, ni lo abandonarás! Una dispensación en el desierto, bajo esta bendición, logrará lo que una plenitud de privilegios no podría inducir.

El mismo valle de Acor abrirá una puerta de esperanza, cuando te plazca volver el corazón; y cantos de santo gozo brotarán del alma, que antes había sido entregada a la idolatría. El lector recordará, espero, lo que se registró de Acán, en las guerras de Josué; y de ahí ver la alusión. Como Acán turbó a Israel, y de allí surgieron angustias; así que de las mismas angustias del pueblo de Dios, por la bendición santificadora del Señor sobre ellos, de allí vendrán bendiciones.

Josué 7:1 para terminar. Es muy bendecido, muy misericordioso, cuando por la suprema gracia de Dios, nuestros dolores se convierten en medio de gozo; y nuestras aflicciones, de ser un instrumento para llevar el corazón a Dios, se vuelven como el vino especiado de la granada.

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