REFLEXIONES

¡Lector! que usted y yo busquemos eternamente la gracia de tener en cuenta a la Persona de Jesús. Nada tenderá a hacernos más queridos por nuestros hermanos más débiles, y nos impulsará a ser gentiles y afectuosos con ellos, como cuando, bajo la glorificación de Cristo de Dios el Espíritu a nuestra vista, contemplamos su mansedumbre y mansedumbre para con sus redimidos, en los días de la carne de nuestro Señor, los reproches que soportó, y la inigualable gracia y humildad que manifestó bajo todos. ¡Cordero de Dios! ¡Que una porción de tu manso Espíritu sea sobre mí, y sobre toda tu Iglesia y pueblo!

Todopoderoso autor de tus Sagradas Escrituras, que el dulce aroma de tu palabra esté siempre por encima de mi corazón. No permitas que nunca pierda de vista tu amor, bondadoso Dios el Espíritu, por cuanto tú hiciste que todas las cosas que se escribieron antes, se escribieran para nuestra enseñanza. ¡Señor! ¡Ojalá pueda estimar tu palabra más que mi alimento necesario! Y tú, oh Dios de la esperanza, llena mi alma de todo gozo y paz al creer, para que abunde en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

¡Y tú, glorioso Dios y Padre! que eres el Dios de la paz; y en prueba de ello resucitaste de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas por la sangre del Pacto Eterno, sea con todos; tu pueblo y tus iglesias siempre, para confirmarlos hasta el final. ¡Sí, Dios Todopoderoso! cúmplelos en tu verdad, y haz que la bendita palabra de tus siervos sea reconfortante para los ministros y el pueblo. Amén.

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