El lector difícilmente necesitará información sobre a qué parte de la historia de la Iglesia se refiere esto. Todo el que tenga el hábito diario de leer su Biblia, la recordará. Cuando el Señor decidió llevar a los patriarcas a Egipto, por su providencia, indujo la necesidad de que fueran allí haciendo hambre de pan. Y para que su pueblo pudiera encontrar todos los suministros necesarios para ellos, José fue enviado antes.

Los ejercicios de los patriarcas, antes de que se llevaran a cabo los grandes eventos de bendiciones que se llevarían a cabo al descender a Egipto, fueron duros: la angustia de Jacob y la prisión de José deben tener lugar previamente. Pero finalmente se desarrollaron los caminos del amor y el cuidado de Dios por ellos; y los patriarcas son bendecidos con abundancia, y José es nombrado gobernador de toda la tierra. ¿Y quién no ve en todo esto a Jesús y a su Iglesia más bella y ampliamente expresados? Cuando se induce una hambruna en el alma de los elegidos de Dios; no sólo hambre de pan, sino de la palabra del Señor, y del pan de Dios, que desciende del cielo; la necesidad obliga a la iglesia a buscar ayuda.

Sin Cristo, el alma perece para siempre. ¿Y cómo es dado Cristo? Dios nuestro Padre envía a un hombre delante de nosotros, a Jesús, nuestro José espiritual; y él, como el hijo de Jacob, se vende como siervo: el hierro entró en su alma. Pero cuando Jesús, desde la cárcel y desde la cruz, libró a su pueblo, y Dios lo exaltó hasta lo sumo a la diestra de su poder, entonces la Iglesia se alegrará; se dispensan pan y vida, y en su gloriosa Cabeza la Iglesia canta la salvación para siempre.

¡Oh! ¡Qué innumerables misericordias se plasmaron en esta parte de la historia de la Iglesia, cuando finalmente Israel entró en Egipto, y Dios formó allí su Iglesia en un pueblo! Amós 8:11 ; Génesis 46:1 ; Génesis 46:1 .

¡Lector! en cada pausa de este interesante tema, pregúntele a su corazón, ¿qué papel desempeña en él? ¿Has sabido lo que significa una hambruna del alma? ¿Te ha obligado a buscar un suministro? ¿Has oído que hay maíz en Egipto? y, como los patriarcas, ¿has enviado a consultar al Hombre, al Señor o al país, en busca de socorro? ¿De verdad conoces a este José, a este Señor Jesucristo? ¿Y lo conoces, que de hecho es tu hermano? ¿Se ha dado a conocer Jesús a vosotros, y ha llenado vuestro corazón con su amor, como José llenó de trigo los costales de sus hermanos? ¡Oh! por la gracia de conocer estas cosas y de participar en todo lo que concierne a Cristo y su pueblo.

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