Siempre es una señal de gracia cuando los afligidos del Señor pueden encomendar su causa, sea la que sea, en las manos de Dios. Pero aunque un alma creyente puede remitir todo a la sabiduría y la justicia divinas, y lo hará todo, es provechoso acercarnos al Señor con nuestras quejas y dejarlas allí. Una cosa es quejarse de Dios y otra es quejarse de Dios. El Señor ha mandado a sus afligidos que se acerquen a él.

Invócame en el momento de la angustia, y te escucharé. Y además, el Señor dice: Por la opresión del pobre, por el gemido del menesteroso, ahora me levantaré, dice el Señor. Salmo 12:5 .

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