REFLEXIONES

¡LECTOR! ¿No hay ocasión renovada al final de este, y de cada Capítulo, para toda la atención marcada que Dios el Espíritu Santo ha mostrado a la Iglesia, al velar por los intereses y la felicidad de su pueblo, para que tanto los jóvenes como las doncellas, ancianos Hombres y niños, alaben el nombre del Señor; porque sólo su nombre es glorioso, y su alabanza sobre cielo y tierra. Y qué hermosa familia del Señor sería, si todos fueran sanos en doctrina, sanos en fe; y todo adornando la doctrina de Dios nuestro Salvador en todas las cosas.

Bendito sea el Padre, el Hijo y el Espíritu, porque ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación. Y bendito sea el Señor, que ha enseñado a su Iglesia y ha dado a sus miembros la capacidad, por una vida de fe, sobre el Hijo de Dios, para negar toda impiedad y codicia mundana; para despojar al anciano, que es corrupto; y vestirse del nuevo hombre, el cual, según Dios, ha sido creado en justicia y verdadera santidad.

¡Oh! por la gracia, por estar siempre alerta, por esa esperanza bienaventurada y la venida gloriosa de Jesús. ¡Señor! gemimos abrumados por las debilidades e indignidades de nuestro cuerpo vil. Date prisa, apresúrate, amado mío, y haz que llegue ese día bendito, en que cambiarás nuestros viles cuerpos y los amoldarás a tu glorioso cuerpo, conforme a la obra poderosa, por la cual podrás incluso someter todas las cosas a ti mismo.

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