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Bebe el agua de tu propia cisterna y de los raudales de tu propio pozo.
             
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¿Se han de derramar afuera tus manantiales, tus corrientes de aguas por las calles?
             
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¡Que sean para ti solo y no para los extraños contigo!
             
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Sea bendito tu manantial y alégrate con la mujer de tu juventud,
             
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como una preciosa cierva o una graciosa gacela. Sus pechos te satisfagan en todo tiempo y en su amor recréate siempre.
             
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¿Por qué, hijo mío, andarás apasionado por una mujer ajena y abrazarás el seno de una extraña?
             
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Los caminos del hombre están ante los ojos del SEÑOR, y él considera todas sus sendas.
             
            
    
    
    
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