Seis días harás tu trabajo, y al séptimo día descansarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tomen refrigerio el hijo de tu sierva y el extranjero.

Seis días harás tu trabajo. Esta ley se repite (véanse las notas en Éxodo 20:9 ) para que nadie pueda suponer que hubo una relajación en su celebración durante el año sabático. Como era necesario que los beneficios de una institución tan sabia y benévola pudieran ser disfrutados universalmente, el mandamiento relativo a su celebración se repitió en términos tan precisos y minuciosos como los que se dieron originalmente.

Aseguraba a todas las clases: el hombre libre, el esclavo, e incluso el ganado, que de otro modo estaría en peligro de ser dominado por el trabajo incesante, una suspensión temporal del trabajo diario, "descanso" para las bestias de trabajo, una liberación del yugo, un intervalo de reposo y "refresco" para el hombre trabajador, no sólo para su cuerpo, sino también para su mente, al proporcionarle una oportunidad para la meditación, la instrucción religiosa y los propósitos devocionales  ( Levítico 23:3 ; Deuteronomio 5:15 ).

El hijo de tu sierva , х ben ( H1121 ) 'ªmaatkaa ( H519 )]. La descendencia de los esclavos extranjeros, hombres y mujeres, que habían pasado a manos de cualquier amo le pertenecía (ver la nota en Éxodo 21:4 ). Era una persona de esta última descripción la que se entiende por "el hijo de tu sierva" (cf. Salmo 116:16 ), aparentemente a diferencia de los primeros, que son designados en términos generales, 'los hijos de la casa' ( Génesis 15:3 ; Eclesiastés 11:7 ), y 'nacidos en la casa' ( Génesis 14:14 ; Génesis 17:12 ; Génesis 17:23 ).

Las leyes precedentes, cuyos rasgos principales son la justicia, la humanidad, la caridad y el espíritu de bondad general, fueron dadas al comienzo de la vida nacional de los israelitas, y su promulgación en un período tan temprano tenía por objeto que el Legislador Divino proporcionara una base sólida de buenos principios para la formación de su carácter como pueblo.

Esos preceptos, todos ellos grandes axiomas morales, cuya verdad e importancia los encomendaban al entendimiento y a los corazones de todos los que los escuchaban, estaban calculados para refinar y elevar el tono del sentimiento público y, al inculcar a todas las clases, tanto a los gobernantes como al pueblo, una consideración concienzuda de los deberes y las propiedades relativas de la vida, para adiestrarlos en el amor y la práctica de esa justicia que enaltece a una nación.

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