A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor darás a luz a los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.

A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces. Esto es por la figura Hendyades, porque "tu pena" o dolor "en la concepción". La misión de la mujer es la de dar a luz a los hijos, y las dolencias o sufrimientos inherentes a la estructura femenina aumentan mucho en número y grado para aquellos que están en el curso de adquirir un carácter maternal. Es difícil, en principios fisiológicos, explicar las diversas dolencias de las mujeres durante el embarazo, así como las agonías que acompañan al parto.

Se ha observado que otras criaturas se encuentran comúnmente en un estado de salud y vigor más alto durante el período de gestación que en otros momentos, y que dan a luz a su descendencia con relativa facilidad, mientras que una mujer constituye una excepción solitaria; los más vigorosos del sexo están frecuentemente sujetos a mucho sufrimiento, e incluso a la muerte, en el acto de dar a luz a sus hijos.

Y tu deseo será para tu marido. Algunos relacionan esto con la cláusula anterior, traduciéndola así: 'Aunque con dolor des a luz a los hijos, tu deseo o anhelo será para tu marido'. Otros traducen, A tu marido será tu obediencia;' lo que significa que los deseos de la mujer estarán sujetos a la autoridad y voluntad de su marido. y él se enseñoreará de ti.

El marido, como cabeza, está naturalmente investido de un derecho y una autoridad superior, porque "la mujer fue creada para el hombre, como ayuda, y por lo tanto dependiente de él ( 1 Corintios 11:9 ). Pero estos han aumentado mucho desde el caída, y la propiedad o equidad de esta pena a la que estaba sujeta la mujer consistía en que, actuando independientemente y aparte de Adán, trató de sacudirse su lealtad a Dios, estaba, además de estar obligada por la ley primaria de obediencia a Dios, puesta también bajo la ley adicional de sumisión al yugo de su marido.

En todas las épocas de la historia del mundo la mujer se ha encontrado en estado de sujeción; en todos los países paganos ella ha sido la esclava del hombre, como en todo Oriente en la actualidad es su propiedad, su posesión por compra.

El hombre ejerce un señorío sobre el sexo débil, y aunque en las naciones cristianas, donde los sexos son más generalmente restaurados a sus relaciones justas y apropiadas, la esposa es elevada a una posición de mayor dignidad o igualdad honorable en rango y privilegio, sin embargo, aun allí las mujeres a menudo están condenadas a soportar mucho de la voluntad, el temperamento o el capricho de los maridos imperiosos. Y mientras que el espíritu del cristianismo es totalmente contrario a la autoridad señorial, la regla del Evangelio todavía lo es, mientras el pecado permanezca en los corazones de los creyentes: "Que la mujer respete a su marido", "Esposas, sométanse a sus propios maridos como para el Señor".

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