Entonces fue el capitán con los oficiales, y los trajeron sin violencia, porque temían al pueblo, no fuera a ser apedreados.

Entonces fue el capitán con los oficiales, y los trajeron sin violencia, porque temían al pueblo, no fuera a ser apedreados. Cuán grande debe haber sido el entusiasmo popular a favor de los apóstoles, cuyos milagros benéficos sin duda ganaron la admiración incluso de aquellos que se mantuvieron alejados de ellos, mientras que su propia liberación milagrosa de la prisión inspiraría a la comunidad en general con temor reverencial, cuando incluso los oficiales del Sanedrín tenían miedo de convertirse en víctimas de la violencia popular si les imponían una mano dura. ¡Pero bajo qué odiosa luz exhibe esto a esos eclesiásticos hipócritas y endurecidos! Están asombrados, están consternados; pero a todos ellos no les asustan las señales milagrosas de la presencia de Dios con los apóstoles, ¡y sólo tienen el temor de la multitud ante sus ojos!

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