Y oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.

Y oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. Dado que las palabras de nuestro Señor parecían anunciar la futura "recompensa" bajo la idea de una gran fiesta, el pensamiento pasa por la mente de este hombre, cuán bendecidos serían quienes tuvieran el honor de sentarse a ella. Parecía una exclamación piadosa; pero, a partir de la respuesta de nuestro Señor, parecería haber sonado en sus oídos más como el deseo de Balaam: "Muera yo la muerte de los justos, y que mi fin sea como el suyo", un deseo solo de estar seguro y feliz por fin, mientras rechaza todas las invitaciones presentes para volverse a Dios y vivir.

'La Gran Fiesta de la cual suspiras por participar', dice nuestro Señor, 'ya está preparada: las invitaciones se hacen, pero se rechazan: la Fiesta, no obstante, tendrá bastantes invitados, y la mesa se llenará: pero cuando sea presente los detractores vienen a demandar para ser admitidos en él, como todavía lo harán, ninguno de ellos lo probará.

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