Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.

Vientos irreales

Hay muchas formas de dar vuelta a una conversación cuando sugiere una verdad desagradable, o cuando transmite un consejo que preferiríamos no seguir, o cuando nos revela puntos de nuestro carácter que desearíamos mantener ocultos, incluso de nosotros mismos. Pero de todos los diversos dispositivos a los que se recurre para este propósito, la eyaculación piadosa suele ser el más exitoso y, con mucho, el más fácil. Si no cambia de tema, al menos provoca una pausa incómoda, después de la cual hay una buena perspectiva de un tono alterado en la conversación general.

I. UN VISTAZO A LA ESCENA. El Salvador había estado planteando algunas preguntas puntuales con respecto a la religión personal a Su anfitrión y compañeros invitados. Sintiendo que las cosas habían ido lo suficientemente lejos en su dirección actual y, sin embargo, que de ninguna manera se podía hacer excepción a nada de lo que se había dicho, el invitado que se nos presentó en el texto intenta enviar al cielo aquellas cosas celestiales que no son fáciles de entender. aclimatado a la tierra; proyectar hacia el futuro aquellas “cosas muy excelentes” que se sentían mejor desde la distancia; para remitir todo el tema a otro mundo, y para cambiar el lugar, como creo que dirían los abogados, con un comentario formal - indiscutible pero poco práctico - "Bienaventurado el que comerá pan en el reino de Dios".

II. Veamos CÓMO SE CUMPLIÓ ESTE DISCURSO. Todas las eyaculaciones irreales son evasivas, autoengañosas (como las de Balaam) o dilatorias; o los tres. Lo más probable es que la eyaculación del texto fueran las tres. Ciertamente fue evasivo. Y el Salvador lo enfrentó al señalar que la bienaventuranza que el orador, y otros como él, profesaban desear, era precisamente aquello de lo que estaban más dispuestos a excusarse en el momento en que se les ofreció; que “el reino de Dios” era algo presente y no algo meramente futuro; que ahora pudieran disfrutar de lo que profesaban considerar sus bendiciones; pero que había muchas otras cosas que por el momento preferían decididamente.

III. AHORA, ¿POR QUÉ EL QUE NO QUEDARÍA “QUEBRAR LA CAÑA BRUISED O APAGAR EL LINO QUE FUMAR” ASI DESALENTÓ A LOS QUE DECIRAN LO QUE ERA MUY BUENO? Debo decir, Él no los desanimó de otra manera que sugiriendo que debían sopesar el significado de sus palabras y probar su "realidad". “Por tus palabras”, dijo nuestro Salvador, “serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

No quiso decir, por supuesto, que seremos juzgados solo por estos; pero que serán tenidos en cuenta. Y por un momento, apartando nuestros pensamientos de nuestras malas palabras, preguntémonos si nuestras buenas palabras no pueden resultar, después de todo, más condenatorias y flotar a lo largo de las edades y las edades, como el veredicto del Altísimo, el eco de sus palabras de Isaías hace mucho tiempo: "Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí". ( JCCoghlan, DD )

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