Ven, pues, ahora, te ruego, maldíceme a este pueblo, porque es demasiado poderoso para mí; tal vez prevalezca, y lo derrotemos, y lo expulse de la tierra; porque sé, que el que tú bendices es bendito, y el que tú maldices es maldito.

Ven... maldíceme a este pueblo. Entre los paganos prevalecía la opinión de que las oraciones por el mal, o las maldiciones, serían escuchadas por los poderes invisibles, así como las oraciones por el bien, cuando eran ofrecidas por un profeta o sacerdote, y acompañadas por el uso de ciertos ritos, (Brucker, 'Hist. Phil.', tom. 1:, p. 108; 'Heliogab.', cap. 9:) Se encuentran muchos ejemplos en las historias de los griegos y romanos de ejércitos enteros dedicados a la destrucción. Casos similares se dan entre los nativos de la India y otros países paganos todavía. En la guerra de Birmania, se emplearon magos para maldecir a las tropas británicas.

Porque sé que el que bendices es bendito, y el que maldices es maldito. Podría ser que el rey de Moab tuviera experiencia personal de los resultados exitosos de los encantamientos de Balaam; o la confianza con la que habló pudo haber surgido de la alta reputación de los poderes de Balaam. Nosotros, por supuesto, no podemos suponer ni por un momento que las artes mágicas de este hombre, por muy eminente que sea su habilidad, puedan poseer alguna eficacia real.

Pero entre un pueblo supersticioso, que creía en sus virtudes místicas, su presencia y servicios profesionales producirían un efecto maravilloso para animarlos o deprimirlos; y como las mentes de los israelitas deben haber estado abiertas a la impresión prevaleciente, el conocimiento de los anatemas de Balaam que se denunciaron contra ellos habría ejercido una influencia tan desalentadora y perniciosa, que es fácil explicar la circunstancia de que Dios anuló la conducta de los israelitas. Balaam está siempre representado en las Escrituras como una gran liberación ( Deuteronomio 23:5 ; Josué 24:10 ; Nehemías 13:2 ; Miqueas 6:5 ).

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