1 Juan 5:1-21

1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios, y todo aquel que ama al que engendró ama también al que es nacido de él.

2 En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos.

3 Pues este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos.

4 Porque todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.

5 ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

6 Este es Jesucristo, el que vino por agua y sangre; no por agua solamente sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.

7 Porque tres son los que dan testimonio:

8 el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan en uno.

9 Si recibimos el testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque este es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio acerca de su Hijo.

10 El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios lo ha hecho mentiroso porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo.

12 El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.

13 Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios para que sepan que tienen vida eterna.

14 Y esta es la confianza que tenemos delante de él: que si pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye.

15 Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.

16 Si alguno ve que su hermano comete pecado que no es de muerte, pedirá, y se le dará vida; digo, a los que no pecan de muerte. Hay pecado de muerte acerca del cual no digo que se pida.

17 Toda maldad es pecado, pero hay pecado que no es de muerte.

18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no sigue pecando; más bien, Aquel que fue engendrado de Dios lo guarda y el maligno no lo toca.

19 Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero está bajo el maligno.

20 No obstante, sabemos que el Hijo de Dios está presente y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna.

21 Hijitos, guárdense de los ídolos.

CAPITULO 5

QUIENES SON LOS HERMANOS QUE DEBEN SER AMADOS DE MANERA ESPECIAL (4:21); LA OBEDIENCIA, PRUEBA DEL AMOR, FACIL POR LA FE, QUE VENCE AL MUNDO LA ULTIMA PORCION DE LA EPISTOLA. EL TESTIMONIO DEL ESPIRITU DE LA VIDA ESPIRITUAL DEL CREYENTE. LAS VERDADES REPETIDAS AL FIN: ADVERTENCIAS FINALES.

1. La razón por la que nuestro “hermano” (4:21). es merecedor de tal amor, a saber, porque es “nacido (engendrado) de Dios;” de modo que si deseamos demostrar nuestro amor a Dios, debemos demostrarlo al representante visible de Dios. Todo aquel que—El no podría ser nuestro “Jesús” (Dios-Salvador), a menos que fuera “el Cristo;” porque no podría revelar el camino de la salvación, a menos que fuera profeta; no podría obrar aquella salvación, a menos que fuera sacerdote; no podría conferir aquella salvación, a menos que fuera rey: no podría ser profeta, sacerdote, y rey, a menos que fuera el Cristo. [Pearson, sobre el credo.] nacido—“engendrado,” en ambos casos aquí. Cristo es “el unigénito Hijo” por la generación; nosotros llegamos a ser hijos de Dios por la regeneración y la adopción. que ama … engendrado—con sinceridad, no con mera profesión (4:20). que es nacido—es decir, “a sus hermanos” (4:21).

2. En esto—Como nuestro amor o los hermanos es la señal y prueba de nuestro amor a Dios, así (Juan dice aquí) que nuestro amor a Dios (probado por “guardar nosotros sus mandamientos”) es el fundamento, la única base verdadera, del amor a los hermanos, conocemos—Juan significa aquí, no las normas externas del genuino amor fraternal, sino las normas internas de él, la conciencia del amor a Dios manifestada en guardar de corazón sus mandamientos. Cuando tenemos este amor a Dios interna y externamente confirmado, podemos saber de seguro que amamos en verdad a los hijos de Dios. “El amor al hermano es precedente, según el orden natural (Nota, 4:20); el amor a Dios lo es según el orden de la gracia (5:2). En un tiempo el primero es conocido más inmediatamente; en otro tiempo este segundo, según que esté la mente ocupada con las relaciones humanas o con lo que concierne el honor divino.” [Estius.] Juan demuestra lo que es el verdadero amor, a saber: el amor que se refiere a Dios como su primer objeto. Como antes Juan subrayaba el efecto, así ahora puntualiza la causa. Porque desea que el amor mutuo sea cultivado entre nosotros de tal modo que Dios ocupe siempre el primer lugar. [Calvino.]

3. éste es—El amor de Dios consiste en esto. no son penosos—como muchos piensan. Es “el camino del transgresor” el que es “duro.” Lo que los hace “no penosos” a los regenerados es la fe que “vence al mundo” (5:4); en la proporción en que la fe es fuerte, así queda vencido lo penoso de los mandamientos de Dios a la rebelde carne. La razón por qué los creyentes sienten cualquier grado de cansancio en los mandamientos de Dios, es que no se dan cuenta cabal por medio de la fe, de los privilegios de su vida espiritual.

4. Porque—(Nota, 5:3.) La razón por qué “sus mandamientos no son penosos.” Aunque cay conflicto en guardarlos, el resultado para todo el cuerpo de los regenerados es la victoria sobre toda influencia opositora: entre tanto hay un gozo actual para cada creyente en guardarlos, que los hace “no penosos.” todo aquello—El neutro expresa el todo universal, el agregado de los regenerados, mirados como un cuerpo colectivo, Juan 3:6; Juan 6:37, Juan 6:39, donde observa Bengel, en los discursos de Jesús, lo que el Padre le ha dado, se llama “todo lo que”, en el singular del neutro; todos los que vienen al Hijo se denominan en el plural del masculino. El Padre ha dado, como si fuera, todo el conjunto al Hijo, para que todos los que él ha dado sean un todo: aquel todo universal que el Hijo desenvuelve individualmente en la ejecución del plan divino. vence—habitualmente. al mundo—todo lo que se opone al cumplimiento de los mandaminetos de Dios, o que nos aparta de Dios, en este mundo, inclusive nuestra corrupta carne, donde actúan los requiebros y amenazas del mundo, inclusive Satanás, “el príncipe de este mundo.” victoria que vence—El aoristo griego, participio, que hace contemplar el hecho consumado de una vez, la víctoria ya ganada (Juan 2:13; Juan 4:4).

5. ¿Quién—Confirmando, con una pregunta triunfante que desafía toda contradicción, como hecho innegable (Juan 5:4), que la victoria que vence al mundo es la fe. Porque es por la fe (creyendo) que somos hechos uno con Jesús el Hijo de Dios, de modo que participamos de su victoria sobre el mundo y tenemos a uno que mora en nosotros más poderoso que el que está en el mundo (Juan 4:4). “Buscad por todo el mundo, y mostradme a uno siquiera que pueda afirmar con verdad que vence al mundo, que no sea un cristiano y uno dotado de la fe.” [Episcopius en Alford.]

6. Este—el antes nombrado (Juan 5:5). que vino por agua y sangre—“por agua,” cuando fué inaugurado su ministerio por el bautismo en el Jordán, y recibió el testimonio del Padre tocante a su mesianidad y a su filiación divina. CompSalmo 5:5, “Cree que Jesús es el Hijo de Dios,” con Juan 1:33, “el Espíritu que reposa sobre él … le ví, y he dado testimonio que éste es el Hijo de Dios: y 5:8, abajo, “Son tres los que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre.” Correspondiente a esto es el bautismo de agua y del Espíritu que él ha instituído como sello permanente y medio de incorporación iniciadora con él. y sangre—El vino por “la sangre de su cruz” (“por”, como en Hebreos 9:12, “por su propia sangre, entró una sola vez en el santuario”): hecho visto y tan solemnemente atestiguado por Juan aquí. “Estos dos hechos pasados en la vida del Señor son este testimonio permanente para nosotros, por virtud de la permanente aplicación a nosotros de su poder purificador y vicario.” Jesuscristo—no la mera mención, sino una solemne aseveración de la persona y mesianidad del Señor. no porGriego: “no EN el agua solamente, sino EN el agua y EN (así dicen los manuscritos más antiguos) la sangre.” Como “por” significa “por medio de,” el medio por el cual vino: así “en”, el elemento en que vino. El artículo denota que el agua y la sangre eran los símbolos sagrados y bien conocidos. Juan el Bautista vino bautizando sólo con agua, y por tanto no fué el Mesias. Jesús vino primero para llevar a cabo él mismo el doble bautismo de agua y sangre, y luego bautizarnos en la purificación del Espíritu, de la que el agua es el sello sacramental, y en su sangre propiciatoria, la eficacia de la cual, una vez por todas derramada, es perpetua en la Iglesia; y por lo tanto es el Mesías. Fué su sangre derramada la que primero dió al bautismo de agua su significado espiritual. Somos bautizados en (dentro de) su muerte; el gran punto de unión entre nosotros y él, y, por medio de él, entre nosotros y Dios. y el Espíritu—el Espíritu Santo es un testigo adicional (comp. 5:7), además del agua y la sangre, de la filiación y mesianidad de Jesús. El Espíritu atestiguó estas verdades en el bautismo de Jesús descendiendo sobre él, y dándole el poder al través de su ministerio de hablar y hacer lo que ningún hombre antes ni después habló ni hizo; y “es el Espíritu que da testimonio” de Cristo, ahora permanentemente en la Iglesia: tanto en las Escrituras inspiradas del Nuevo Testamento, como en el corazón de los creyentes, y en la recepción espiritual del bautismo y de la cena del Señor.

7. tres—se requerían dos o tres testigos por la ley, para constituir testimonio adecuado. Los únicos manuscritos griegos que sostienen en alguna forma las palabras, “son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno, y tres son los que dan testimonio en la tierra,” son el Montfortianus de Dublín, copiado evidentemente de la moderna Vulgata Latina; el Ravianus, copiado del Poligloto Complutense; un manuscrito de Nápoles que lleva dichas palabras en el margen añadidas por mano reciente: el Ottobonianus, 298, del siglo 15, el griego del cual es una mera traducción del latín acompañante. Todas las antiguas versiones las omiten. Los manuscritos más antiguos de la Vulgata las omiten: el más antiguo de la Vulgata que las tiene es el Wizanburgense, 99, del siglo ocho. Un escolio citado por Matthaei enseña que las palabras no se originaron por fraude; porque en todos los manuscritos griegos, “tres son los que dan testimonio”, como notó el escoliasta, la palabra “tres” es masculina, porque las tres cosas (Espíritu, agua y sangre) son SIMBOLOS DE LA TRINIDAD. A esto se refirió también Cipriano, 196, “Del Padre, Hijo y Espíritu Santo, está escrito: Y estos tres son uno (una unidad).” Debe haber alguna verdad mística que se expresa en el uso de “tres” en masculino, aunque los antecedentes, “Espíritu, agua y sangre,” son neutros. Que la TRINIDAD fué la verdad implícita es inferencia natural: la tríade especificada, señala a otra Trinidad Superior; como es claro por el 5:9, “el testimonio de Dios es mayor,” que se refiere a la Trinidad aludida en el Espíritu, agua y sangre. Fué escrito primero, pues como comentario marginal para completar el sentido del texto, y allá a fines del siglo octavo fué introducido en el texto de la Vulgata Latina. El testimonio, sin embargo, pudo ser dado a los hombres sólo en la tierra, no en el cielo. El comentario, pues, que insertó “en el cielo,” fué impropio. Es en la tierra donde el contexto evidentemente requiere que el testimonio de los tres, el Espíritu, el agua, y la sangre, sea dado: exponiendo místicamente a los divinos testigos trinos, el Padre, el Espíritu, y el Hijo. Luecke nota como evidencia interna en contra de estas palabras, el que Juan nunca usa “el Padre” y “el Verbo” como correlativos, sino que, como otros escritores del Nuevo Testamento, asocia “el Hijo” con “el Padre,” y siempre refiere “el Verbo” a “Dios” como su correlativo, no “al Padre.” Vigilius, al fin del siglo cinco, es el primero en citar las palabras disputadas como del texto; pero ningún manuscrito griego anterior al siglo quince aún existente las tiene. El término “Trinidad” ocurre por primera vez en el siglo tres en Tertuliano, adversus Praxean, 3.

8. concuerdan en uno—“propenden a un solo resultado;” su concordante testimonio de la filiación y mesianidad de Jesús que dan por la gracia sacramental en el agua del bautismo, recibido por el penitente creyente, por la eficacia expiatoria de su sangre, y por el testimonio interno de su Espíritu (5:10): lo que corresponde al testimonio que fué dado de la filiación y mesianidad de Jesús por su bautismo, su crucifixión, y las manifestaciones en él del Espíritu Santo (Nota, 5:6). Fué por su venida “por agua” (eso es, su bautismo en el Jordán) que Jesús tomó solemne posesión de su oficio, y fué revelado como el Mesías; esto debe haber sido especialmente importante en la estimación de Juan, quien fué llevado a Cristo por el testimonio del Bautista. Por el bautismo recibido entonces por Cristo, por el derramamiento redentor de su sangre y por lo que el Espíritu de Dios, cuyo testimonio es infalible, ha efectuado y sigue efectuando, por él, el Espíritu, el agua y la sangre, se unen, como el testimonio triple, para verificar su divina mesianidad. [Neandro.]

9. Si recibimosAceptamos en verdad (y justamente) el testimonio de hombres veraces, falibles como son; con mucho mejor razón debemos aceptar el testimonio infalible de Dios (el Padre). “El testimonio del Padre es, como si fuera, la base del testimonio de la Palabra y del Espíritu Santo; así como el testimonio del Espíritu, es, como si fuera, la base del testimonio del agua y de la sangre.” [Bengel.] porque—este principio se aplica en el presente caso. éste es, etc.—Los manuscritos más antiguos dicen, “Este es el testimonio de Dios: que él ha dado testimonio de su Hijo.” Lo que es el testimonio lo hallamos en el 5:1, “Jesús es el Cristo, es nacido de Dios;” y en el 5:10, 11.

10. tiene el testimonio en sí mismo—de Dios, mediante su Espíritu (5:8). El Espíritu de Dios mora en él, y testifica que “Jesús es el Señor,” “el Cristo,” y “el Hijo de Dios”. (5:1, 5). El testimonio del Espíritu en el creyente mismo de su propia adopción no está expresado aquí, pero se sigue como consecuencia de creer el testimonio que Dios da de la divina filiación de Jesús. que no cree—no da crédito a su testimonio. le ha hecho mentiroso—una consecuencia que muchos virtual, o hasta confesadamente, no creen, que bien podrá alarmarlos por tan terrible blasfemia y presunción (1:10). no ha creído—negarse a dar crédito, a poner confianza en (griego, eis), el testimonio de Dios envuelve la negación de creer en (depositar la confianza en) Jesucristo, el objeto del testimonio de Dios. Esta es la clase superior de fe; porque el objeto tiene la mayor credibilidad por estar basada en el testimonio de Dios.” [Pearson sobre Credo.] “La autoridad en que confiamos es divina; la doctrina que seguimos es divina.” [Leo.]

11. nos ha dado—Aoristo griego, “dió” una vez por todas. No sólo la “prometió.” esta vida está en su Hijo—esencialmente (Juan 1:4; Juan 11:25; Juan 14:6); corporalmente (Colosenses 2:9); operativamente (2 Timoteo 1:10). [Lange en Alford.] Es en el segundo Adán, el Hijo de Dios, donde esta vida nos está asegurada, la que, si dependiera de nosotros, la perderíamos, como el primer Adán.

12. al Hijo tiene la vida—Bengel observa: El versículo tiene dos proposiciones: en la primera se menciona al Hijo sin añadir “de Dios,” porque los creyentes conocen al Hijo; en la segunda, se agrega el distintivo “de Dios,” para que los incrédulos sepan así cuán grave cosa es no tenerle. En la primera, “tiene” lleva el énfasis; en la segunda, vida. Tener al Hijo es poder decir como la esposa, “Soy de mi Amado, y mi Amado es mío.” La fe es el medio por el cual los regenerados TIENEN a Cristo como posesión presente, y teniéndole a él, tienen la vida en su germen y realidad ahora, y tendrán la vida en su manifestación de pleno desarrollo en el futuro. La vida eterna es aquí (1) inicial, y una garantía de lo que ha de seguir; en el estado intermedio (2) parcial, que pertenece sólo a una parte, si bien la parte más noble, del hombre, el alma separada del cuerpo; en la resurrección y después (3) perfeccional. Esta vida no es sólo natural, consistente en la unión del alma y el cuerpo (como la de los réprobos en la pena eterna, que debiera llamarse más bien muerte eterna, no vida), sino también espiritual, la unión del alma con Dios, y bendecida en grado supremo para siempre (pues la vida es otro término por felicidad). [Pearson en Credo.]

13. Estas cosas—Esta Epístola. Hacia el fin de su Evangelio (Juan 20:30), Juan escribió de manera similar, declarando el propósito que tenía de escribir. Efesios 1:4 indica el objeto de escribir esta Epístola, “para que vuestro gozo sea cumplido.” “Saber que tenemos vida eterna” es manera segura de “gozarnos en Dios.” Los manuscritos más antiguos dicen: “Estas cosas os he escrito (omitiendo: “los que creéis en el nombre del Hijo de Dios”) para que sepáis que tenéis vida eterna (5:11), a vosotros (digo) que creéis (no para que creáis) en el nombre del Hijo de Dios.” El sentido de nuestra versión sería “para que sigáis creyendo en el nombre …”

14. la confianza—“franqueza,” “audacia” (4:17) en la oración, lo que resulta del saber que tenemos vida eterna (5:13; 3:19-22). conforme a su voluntad—la que es la voluntad del creyente, y que no es por tanto ninguna restricción a sus oraciones. En todo cuanto la voluntad de Dios no es nuestra voluntad, en tanto no permanecemos en la fe y nuestras oraciones no son aceptas. Alford bien dice: “Si conociésemos la voluntad de Dios cabalmente, y nos sometiésemos a ella de corazón, sería imposible que pidiéramos para el espíritu o para el cuerpo nada que él no pudiera conceder; es este estado ideal el que tiene en mente el apóstol. Es el Espíritu quien nos enseña internamente y él mismo en nosotros pide según la voluntad de Dios.

15. tenemos las peticionesTenemos, como posesión presente tedas las cosas cuales fuesen que deseábamos de él. No se pierde ni una de nuestras pasadas oraciones elevadas en fe, conforme a su voluntad. Como Ana (1 Samuel 1:18), podemos regocijarnos en ellas como ya concedidas aun antes del evento; podemos conocer el evento cuando tiene lugar, no como por casualidad, sino obtenido por nuestras oraciones anteriores. Comp., también la confianza firme de Josafat tocante al resultado de sus oraciones, tanto que ordenó de antemano a los cantores que alabasen a Dios.

16. Si alguno viere—en cualquier ocasión particular; el aoristo griego. a su hermano—un hermano cristiano. cometer—acción durativa; verle pecando y continuando en el pecado. no de muerte—siempre que no sea un pecado de muerte. le dará vida—El que pide será el medio, debido a su oración intercesora, por cuyo conducto Dios dará vida al hermano que peca. El reproche bondadoso debe acompañar sus intercesiones. La vida estaba en el proceso de ser perdida por el hermano que pecaba, cuando la intercesión del creyente obtuvo la restauración. a los que—Resumiendo la condición antes expresada, “siempre que el pecado no sea de muerte.” “Dará vida,” digo, es decir, obtendrá vida. “para (en el caso de) los que pecan no de muerte.” no digo que ruegue—El griego aquí por “rogar” significa una PETICION hecha a uno que es de posición igual, o al menos de intimidad, con aquel de quien el favor es esperado. “El cristiano que intercede por su hermano, declara Juan, no se arrogará la autoridad que se presupone en hacer una petición a favor de un pecador que ha hecho pecado de muerte (1 Samuel 15:35; 1 Samuel 16:1; Marco 3:29), para que le fuera perdonado.” [Trench, Synonyms of the N. T.] Comp. Deuteronomio 3:26. El griego aquí traducido “demandar”, pedir, expresa una petición humilde de un inferior; de modo que nuestro Señor nunca lo usa (aiteo) sino siempre “rogar” (erotao). Marta, en su ignorancia, usa una vez el verbo pedir en el caso de Jesús (Juan 11:22). “Pedir” por un hermano que peca no de muerte, es una petición humilde en consonancia con la voluntad de Dios. “Presentar una solicitud” por un pecado de muerte (interceder como si fuera con cierta autoridad, como si fuésemos más misericordiosas que Dios) sabría a presunción: prescribiendo a Dios en un asunto que está más allá de nuestros anhelos fraternales (porque estar pecando de muerte demostraría que uno no es y nunca fué en verdad un hermano,Juan 2:19). cómo él debe ejecutar y retener sus justos juicios. Jesús intercede, no por el mundo que se endurece en la incredulidad, sino por los que le fueron dados de entre el mundo.

17. Toda maldad—“Toda injusticia (aun de los creyentes,Juan 1:9; Juan 3:4. Toda imperfección) es pecado;” (pero) no todo pecado es pecado de muerte. hay pecado no de muerte—en el cual caso, pues, los creyentes pueden interceder. La muerte y la vida están en oposición correlativa (Juan 5:11). El pecado de muerte debe ser uno que tiende “hacia” (así el griego) la muerte y así termina en la muerte. Alford lo hace un apreciable ACTO de pecado, por ejemplo, de negar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (en contraste con confesar esta verdad,Juan 5:1, Juan 5:5),Juan 2:19, Juan 2:22; Juan 4:2; Juan 5:10. Tales negadores temerarios no han de ser recibidos en la casa de uno, ni saludados. Con todo, creo con Bengel, que se incluye no sólo el acto, sino el estado de apostasía que acompaña al acto—un “estado de alma en el que la fe, el amor, y la esperanza, en fin, la nueva vida, es extinguida. El primer mandamiento es de fe y amor. Por tanto, el pecado principal es aquel por el cual la fe y el amor son destruídos. En el primer caso es la vida; en éste, la muerte. Mientras no sea evidente (Nota,Juan 5:16) que es un pecado de muerte, es lícito pedir. Pero cuando es un rechazamiento deliberado de la gracia y el hombre así echa de sí la vida, ¿cómo pueden otros procurar vida para él? Comp. contraste Santiago 5:14. Comp. Mateo 12:31 tocante al rechazamiento temerario de Cristo y la resistencia al manifiesto testimonio del Espíritu Santo acerca del divino Mesías. Jesús, sobre la cruz, rogó sólo por los que NO SABIAN lo que estaban haciendo al crucificarlo, no por los que obstinadamente resistían la gracia y el conocimiento. Si oramos por los impenitentes, debe ser con referencia humilde a la voluntad de Dios, no con la petición intercesora que debiéramos ofrecer por un hermano errante.

18. (Mateo 3:9.) Sabemos—tres veces repetido enfáticamente, para reforzar las tres verdades en cada caso, como asuntos del conocimiento experimental conjunto de los hermanos. Este versículo 5:18 nos advierte en contra del abuso Daniel 5:16, Daniel 5:17, como garantía de seguridad carnal. cualquiera—No sólo los creyentes maduros, sino todo aquel que está engendrado de Dios, regenerado, “no peca.” el que es engendrado—Aoristo griego, “engendrado (una vez por todas en tiempo pasado) de Dios;” en el principio del versículo está en el pretérito prefecto, “está nacido,” estado permanente. La Vulgata traduce, “El haber sido engendrado por Dios lo guarda” (así uno de los manuscritos más antiguos): así Alford: lit., “Habiendo sido engendrado de Dios, ello (la generación divina implícita) le guarda.” Apocalipsis 3:9 “La simiente de él (Dios) permanece en él.” Con todo, en nuestra versión, la obra interna de Dios por el Espíritu y la obra del hombre bajo el poder del Espíritu, como agente responsable, es lo que ocurre a menudo en otros pasajes. Que Dios debe guardarnos, si hemos de guardarnos del mal, es cierto. Comp. Juan 17:15, especialmente con éste. el maligno no le toca—de modo que le dañe. En la proporción en que realiza su vida de regenerado, el príncipe del mundo no tiene en él nada en qué afirmar sus mortales tentaciones, como en el caso mismo de Cristo. Su regeneración divina ha cortado una vez por todas su conexión con el príncipe de este mundo.

19. mundo está puesto en maldad Más bien, “yace en el maligno,” como se traduce el griego Efesios 5:18; Efesios 2:13, Efesios 2:14; véase 4:4; Juan 17:14. El mundo yace en el poder del maligno, mora, reposa en él, como asilo y amo de sus esclavos; comp. “permanece en muerte,” 3:14; contrástese el 5:20, “Estamos en el verdadero.” Mientras que el creyente ha sido librado del poder de aquél, todo el mundo queda inerte e impotente en él, como siempre estuvo; todo, inclusive los sabios, los grandes, los respetables, y todos los que no están por unión vital en Cristo.

20. Recapitulación de nuestros privilegios cristianos. es venidoestá presente, habiendo venido. “ESTA AQUI—todo está lleno de él—su encarnación, su obra, su presencia permanente, es para nosotros una viva realidad.” [Alford.] nos ha dado entendimiento—El oficio de Cristo es el de dar el entendimiento espiritual interior para discernir las cosas de Dios. para conocer—Algunos de los manuscritos más antiguos dicen “de modo que sabemos.” al que es verdadero—Dios, en oposición a toda suerte de ídolo o falso dios (5:21). Jesús, en virtud de su unidad con Dios, es también “el verdadero” (Apocalipsis 3:7). Aun nosotros “estamos en el verdadero” Dios en virtud de estar “en su Hijo Jesucristo.” Este es el verdadero Dios—“Este Jesucristo (la última Persona nombrada) es el verdadero Dios” (identificándole así con el Padre en su atributo, “el único Dios verdadero,” Juan 17:3, primordialmente atribuído al Padre). y la vida eterna—dicho del Hijo de Dios; Alford dice erróneamente, él era la vida, pero no la eterna. El Padre es en verdad, la vida eterna como su fuente, pero el Hijo también es aquella vida eterna manifestada, como el mismo texto que Alford cita prueba en contrario. Comp., también 5:11, 13. Claramente se contempla a Cristo, desde aquí, como el Mediador entre nosotros y la vida eterna. El griego es, “El verdadero Dios y vida eterna es éste”, Jesucristo; eso es, creyendo en él, creemos en el verdadero Dios, y tenemos vida eterna. El Hijo se llama “El que es VERDADERO,” Apocalipsis 3:7, como aquí. Esto naturalmente prepara el camino para la amonestación contra los falsos dioses (Apocalipsis 5:21). Jesucristo es la única “imagen expresa de la persona de Dios.” Todas las demás representaciones de Dios están prohibidas como ídolos. La Epístola termina así como empezó (Apocalipsis 1:1)

21. Afectuosa advertencia final. de los ídolos—Los cristianos estaban rodeados en todas partes por los idólatras, con los cuales era imposible evitar el roce. Por tanto la necesidad de estar de guardia aun contra todo compromiso indirecto o acto de comunión con la idolatría. Algunos en Pérgamo, en la región donde Juan escribió, cayeron en la acechanza de comer cosas ofrecidas a ídolos. El momento en que dejamos de permanecer “en el que es verdadero”, (permaneciendo) en Jesucristo, formamos parte del “mundo que yace en el maligno,” cediendo a la idolatría espiritual, si bien no en todos lugares a la literal (Efesios 5:5; Colosenses 3:5).

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