Los apóstoles mantuvieron el carácter y cumplieron con los deberes de los ministros de Cristo, tanto en la prosperidad como en la adversidad; continuaron diciendo la verdad, aunque los judíos los consideraban seductores; expuestos a todo tipo de peligros, confiaron en Dios, que los preservó, aunque en medio de los peligros, y de la muerte misma. Aunque no poseían nada en este mundo, Dios nunca permitió que permanecieran necesitados: su providencia les proporcionó todo lo necesario.

Aunque no tenían nada en su poder, procuraron socorro para otros, mediante las limosnas, de las que fueron hechos disponer, aunque esta última parte se entiende generalmente de las riquezas espirituales, que otorgaron a sus auditores. (Estius)

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