A él, después del nacimiento del niño. Casi había transcurrido un año y David seguía ciego e impenitente. El espíritu de profecía lo había abandonado; y, aunque era lúcido y lo bastante equitativo para castigar las faltas de los demás, no pudo discernir su propia imagen hasta que Nathan se quitó el velo. El profeta actuó con la mayor prudencia y no condenó al rey hasta que se hubo pronunciado sobre sí mismo.

Comúnmente se supone que la entrevista fue privada. San Crisóstomo cree que estuvieron presentes los principales señores de la corte; lo que mejoraría la discreción de Natán, así como la humildad de David. (Calmet)

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