Para un ejemplo del justo juicio de Dios. Es decir, que las persecuciones y angustias que padeces en este mundo muestran la justicia de Dios al castigar a los hombres por sus pecados, incluso en esta vida, para que por estos dolores temporales seas hallado digno de una corona de gloria eterna en el reino. de Dios. (Witham) --- Las aflicciones, que son aquí frecuentemente la porción de los justos, son pruebas sensibles del rigor con que el Todopoderoso, en el día de la retribución final, derramará su indignación sobre los malvados.

Porque, si no está dispuesto a dejar que los justos sean libres de todo castigo temporal (aunque salde su deuda de lo eterno) y si continuamente los expone al escarnio, calumnias y persecuciones de los impíos, ¿qué no han hecho los impíos? para comprender cuándo extenderá su mano en venganza? O, como otros lo explican, Dios permite que aquí se persiga a los buenos, para que algún día trate a los malvados según el rigor de su justicia.

Les permite aquí llenar la medida de sus iniquidades, para que en el último día recompense el largo sufrimiento de uno y castigue la infidelidad del otro. Tanto en el uno como en el otro, el dedo de la justicia de Dios se manifestará claramente. Si las esperanzas del bien no llegaran más allá de esta vida, serían los seres más miserables; porque aquí, en general, están más expuestos que nadie a las injurias de los impíos.

Nada prueba más claramente la necesidad de un juicio general que esta su conducta hacia sus servidores más elegidos. Porque es imposible que, tal como es, permita que la paciencia y la fe queden sin recompensa, o que la maldad y la injusticia queden sin castigo. El Hijo de Dios nos ha prometido el cielo solo con la condición de que llevemos los errores con paciencia. (Calmet) --- Aquí nuevamente el apóstol enseña las ventajas de los sufrimientos que los tesalonicenses experimentaron con gozo, para ser contados dignos del reino de Dios, griego: Kataxiothenai umas; y ver.

11, ibíd. Griego: axiosa. El apóstol enseña aquí que nada contaminado entrará jamás en el reino de los cielos; y nos da a entender al mismo tiempo, que algún día castigará con extremo rigor la crueldad e impiedad de los perseguidores. (Biblia de Vence)

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