El Padre ama al Hijo. El Padre ama a Juan, ama a Pablo, pero no ha entregado todas las cosas en sus manos. El Padre ama al Hijo, no como un señor a sus siervos, no como un Hijo adoptivo, sino como su Hijo unigénito; por tanto, ha entregado todas las cosas en sus manos, para que como es el Padre, así sea el Hijo. (San Agustín)

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