Entonces te entregarán, etc. El cuarto signo, común a ambos eventos, será la persecución levantada contra la Iglesia, que será doble; considerará tanto el cuerpo como el alma. Ver Lucas xxi. 12; Marcos xiii. 9. Todo esto les sucedió a los apóstoles antes del asedio de Jerusalén, así como a los mártires en tiempos posteriores. Una persecución similar, probablemente acompañada con mayor severidad, probablemente será la suerte de los fieles durante el reinado del Anticristo.

Las calamidades, el derramamiento de sangre y la ruina total que tuvieron lugar en la destrucción de la ciudad y el templo de Jerusalén, son una figura de las calamidades, el derramamiento de sangre y la ruina aún más espantosas que se esperan hacia el fin del mundo; y que debería estar presente con frecuencia en nuestras mentes. El difunto erudito y venerable prelado Walmesly exhorta a todos los padres a estar siempre dispuestos a afrontar, con resignación cristiana, el terrible y próximo acontecimiento; porque el resto del mundo, como aprendemos de la revelación, será tomado por sorpresa, como la gente en el diluvio.

Sí, este último literalmente puede calificarse de juicio sangriento; porque la Iglesia, que fue purificada con sangre, comenzó en sangre, aumentó en sangre y terminará en sangre. Sanguine mundata est ecclesia, sanguine c \ '9cpit,

Succrevit sanguina, sanguina finis erit.

El último capítulo del Apocalipsis, que es la última comunicación de la voluntad divina al hombre, merece nuestra frecuente y muy atenta lectura. En él, Jesucristo, mediante sus repetidas advertencias, desea despertarnos a un sentido de ese día de retribución general, diciendo: Ciertamente vengo pronto; he aquí, vengo pronto; y mi recompensa está conmigo, para pagar a cada uno según su su trabajo. (He aquí el mérito de las buenas obras que proceden de la fe y la caridad.

) Con qué seriedad han orado los siervos de Dios, en todos los tiempos, con San Juan: (ibid.) Ven, Señor Jesús; ven, pon un fin definitivo al reino del pecado y Satanás; ven, admite a tus escogidos, que han sido purificados en las aguas de la gran persecución, y en la sangre del Cordero, en tu seno celestial; a ese feliz santuario y asilo, donde no habrá hambre ni sed, ni calor abrasador ni sol, ni ninguna tentación ardiente los alcanzará o molestará más; donde no se oirán suspiros ni gemidos; donde todas las lágrimas se enjugarán de todos los ojos, y donde se embriagarán con el torrente de delicias inmortales, y verán y disfrutarán al Señor Jesús, sin temor a ofenderlo, por los siglos de los siglos. (Haydock)

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