Porque nuestras lámparas se apagan. Así, demasiados que confían únicamente en su fe y llevan una vida tibia de indiferencia, son negligentes al prepararse con buenas obras para la venida del novio. Pero cuando se percibieron alejados de esta vida para ir al encuentro de su juez, entonces comienzan a encontrar sus lámparas apagadas y a pensar en procurarse el aceite de las buenas obras, al legar sus efectos a los pobres.

Aunque no debemos desesperar por la salvación de éstos, todavía hay mucho que temer; porque el arrepentimiento en el lecho de muerte rara vez es sincero, más rara vez o nunca es perfecto y siempre incierto. (Jansenius)

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad