Esta regla, que Dios seguirá infaliblemente, debería poner freno a la libertad con la que tantas veces condenamos a nuestro prójimo. (Haydock) --- Mientras nos comportamos con nuestros vecinos, interpretando sus acciones con caridad y excusando sus intenciones con mansedumbre; o, por el contrario, juzgarlos con severidad y condenarlos sin piedad; así recibiremos nuestro juicio. (Menochius) --- Así como el perdón de nuestros pecados es proporcional al perdón que damos a otros, así también nuestro juicio será proporcional al juicio que emitimos sobre otros.

Si nuestro prójimo se sorprende por el pecado, no debemos reprocharlo ni confundirlo, sino amonestarlo suavemente. Corrija a su hermano, no como enemigo, para vengarse, sino como médico, administrándole los remedios apropiados, ayudándole con consejos prudentes y fortaleciéndole en el amor de Dios. (San Juan Crisóstomo, hom. Xxiii.)

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