Hemos estado encinta, hemos tenido dolores, hemos dado a luz, por así decirlo, viento, siendo este siempre el resultado de la pecaminosidad del hombre, de su vida sin Dios, que es todo vanidad; no hemos realizado ninguna liberación en la tierra, porque por su propia razón y fuerza los hombres no pueden producir la salvación; ni han caído los habitantes del mundo, literalmente, "ningún habitante del mundo caerá", es decir, ningún nuevo nacimiento espiritual puede ser producido por los esfuerzos de los hombres, sin el poder de Dios. Pero en la mano del Señor el asunto adquiere un aspecto diferente:

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